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Brexit con acento francés

Un intérprete garantizará el entendimiento entre los negociadores del divorcio británico

Lucía Abellán
Los negociadores europeos (derecha) y británicos (izquierda) inician la negociación en Bruselas.
Los negociadores europeos (derecha) y británicos (izquierda) inician la negociación en Bruselas.Emmanuel Dunand (AP)

Buena parte de las discusiones sobre cómo Reino Unido sale de la familia europea se conducirán, paradójicamente, en francés. Pese a hablar inglés, el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, quiere poder expresarse en su lengua materna en un proceso en que la elocuencia y la capacidad de persuadir al interlocutor desempeñarán un papel clave. De paso, traslada a los socios británicos el mensaje de que el club comunitario no es tan anglófono como parecía. Y limita el valor añadido que el idioma reporta siempre a los representantes de Gran Bretaña. En este caso, el jefe de la delegación británica, David Davis, habla algo de francés, por lo que ambos estarán al corriente de sus respectivas argumentaciones. Para propiciar el entendimiento, habrá siempre un intérprete que permita a cada uno expresarse en inglés o francés.

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El idioma de trabajo es solo uno de los muchos aspectos del Brexit en los que Bruselas lleva casi un año trabajando, desde que los ciudadanos británicos votaron en referéndum abandonar la UE. El equipo de trabajo que afronta la primera deserción en el club comunitario cree tenerlo todo medido al detalle. Ese grupo, dirigido por Barnier, ha reclutado hasta casi 40 personas que ya trabajaban en las instituciones comunitarias y que ahora se dedican en exclusiva a conseguir “una retirada ordenada” de Reino Unido. Además de la cúpula que conforman el excomisario francés y su número dos, Sabine Weyand, la unidad se estructura en cuatro ramas. Hay una más general (estrategia y comunicación) y tres sectoriales: competencia (para asegurar que la salida británica garantiza unas reglas del juego justas para todos), mercado interior (incluida la circulación de personas), presupuesto (esencialmente para ajustar las cuentas con Reino Unido) y finalmente, comercio y acuerdos internacionales.

Como prueba de que la dedicación que se les exige a estos curtidos funcionarios, todos han sido advertidos de que no podrán coger más de dos semanas de vacaciones este verano para garantizar la continuidad de los trabajos. Aunque todo dependerá de si los socios británicos se suman a esa voluntad de intensificar los trabajos del divorcio, que deberán concluir a finales de este año para empezar, a partir de ahí, a tejer la relación futura entre Londres y Bruselas.

Pese a la voluntad del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, de encapsular todo el trabajo en este grupo reducido para permitir que el Ejecutivo comunitario continúe su agenda, el volumen de tareas trabajo rebasa la unidad del Brexit. Casi todas las direcciones generales de la Comisión elaboran informes sobre cómo sacar a Reino Unido del ramillete comunitario. Y esa labor resta dedicación a otros asuntos, señalan fuentes comunitarias.

Todas las negociaciones se desarrollarán, en principio, en el edificio Berlaymont, sede de la Comisión Europea en Bruselas. Aunque la negociación la pilota oficialmente Barnier, al otro lado de la arteria principal del barrio europeo, en el edificio del Consejo, un grupo mucho más modesto —pero con influencia garantizada— comprobará que toda la negociación se atiene a lo designado por los Estados miembros. De hecho, un representante de ese grupo asistirá a todas las rondas de discusión.

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La Comisión ha concebido ciclos de cuatro semanas, con una de negociación con los británicos y otras tres para elaborar propuestas e intercambiar documentos. Bruselas hará públicas todos los textos finales que envíe a Londres. Ahora solo falta comprobar si se ha generado confianza suficiente entre las partes para hablar del espinoso divorcio.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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