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Una foto en Instagram, el último rastro de Luz Adriana Castillo

Un cúmulo de inconsistencias y negligencias empañan la desaparición y muerte de una joven de 19 años en la Ciudad de México

Elías Camhaji
Luz Adriana Castillo, de 19 años.
Luz Adriana Castillo, de 19 años.Cortesía

"Por favor, dígame que no es cierto". Wendy Vázquez deja el café sobre la mesa y se cubre la cabeza con ambas manos. Su voz se quiebra mientras recuerda el momento en que contó a las amigas de su hija que ella había muerto.

Luz Adriana Castillo fue vista por sus familiares por última vez el 31 de marzo. Su último rastro fue una publicación en su cuenta de Instagram con la leyenda "necesito más fiestas como esta". Pero en la foto no se ve ninguna fiesta. No estaba con sus amigos. No aparecen otras personas. No se ve casi su cara, apenas su boca, no trae puesta la ropa que llevaba el día que se fue y no volvió a casa. Sus padres no creen que haya sido ella la que subió esa fotografía. "Alguien quiso distraernos, alguien quiso denostarla", afirman. Porque una chica que sale sola "se lo tenía buscado". Porque de seguro se había escapado "de luna de miel" con su novio. Porque "no era para tanto" como para considerarla desaparecida. Pretextos. Era demasiado tarde. Su cuerpo fue hallado en la calle ocho días más tarde y la notificación llegó a su familia al cabo de tres semanas, un día antes de que sus restos terminaran en una fosa común. Tenía 19 años.

Todo comenzó en una mañana cualquiera en la casa de la familia Castillo en Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México. Luz Adriana se había quedado a lavar los platos después de desayunar con sus padres y su hermano menor, que se fueron a trabajar al negocio familiar. Su madre estuvo en la calle todo el día y cuando regresó, las luces de la casa estaban apagadas. Los trastes seguían sucios y los 90 pesos (cinco dólares) que le había dejado para sus gastos, sobre la mesa.

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La llamó por teléfono varias veces. Sin respuesta. Ella siempre contestaba, aunque fuera por mensaje, y nunca salía sin dinero. Salieron a esperarla en la parada del autobús. Casi todos los vecinos del barrio originario de Santa María Aztahuacan se conocen, pero nadie la había visto. Sus amigos tampoco sabían adónde había ido. Casi nunca estaba sola. Algo raro pasaba. Sus padres seguían sin noticias y decidieron marcar varias veces a Locatel (la línea del Gobierno para localizar a los extraviados). Les pidieron comunicarse cada seis horas antes de reportarla como desaparecida. En ninguna ocasión les dieron información sobre el paradero de su hija.

La última vez que Luz Adriana Castillo se conectó a Whatsapp fue a las tres de la tarde de aquel 31 de marzo. Fue a comer a casa de su novio, a unos 40 minutos de donde vive y con quien había estado casi dos años. Él asegura que tuvieron una pelea por un mensaje que había recibido de otra chica y que se había ido después de un par de horas. La madre admite que no sabía que habían regresado y que le había pedido que se concentrara en sus estudios. Acaba de terminar su curso para entrar en la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma Metropolitana, y ya se preparaba para entrar al Instituto Politécnico Nacional. Quería ser veterinaria. Tenía seis perros, un gato y dos cuyos. El novio fue el último de sus conocidos que la vio con vida.

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La última publicación en Instagram.
La última publicación en Instagram.Cortesía

Las autoridades habían dicho a los padres que tenían que esperar al menos 72 horas antes de reportar su desaparición al Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes (Capea). El "mito de las 72 horas" es una leyenda popular entre los funcionarios del centro. En realidad, no existe un periodo de espera mínimo para levantar una denuncia, sobre todo porque las primeras horas son críticas para encontrar a un desaparecido. Wendy Vázquez no pudo esperar más y tramitó los folletos en el Capea el 2 de abril, aunque los empleados le decían que "no se preocupara" y que seguramente tarde o temprano "volvería de la fiesta" o que tal vez "tenía algún otro novio".

"Mujer, 19 años, complexión mediana, 1,55 metros de estatura, señas particulares: perforación en la nariz". Amigos y familiares tapizaron el barrio y las redes sociales con las fichas de extravío de inmediato. Las autoridades le darían difusión hasta el 13 de abril. "Fue un balde de agua fría, no están capacitados para resolver estos casos, no hicieron nada de lo que dice en los protocolos que debían haber hecho", lamenta Vázquez. No había personal para llevar los citatorios para que el novio declarara. Pasó más de una semana. Los funcionarios tampoco han podido seguir el rastro cibernético de sus redes sociales. "El Capea nos falló, es una burla porque la ciudad está repleta de cámaras, pero las denuncias no se levantan a tiempo para revisarlas, las grabaciones desaparecen después de cinco días", sentencia Alán Castillo, el padre.

Mural en la UACM en honor a Luz Adriana Castillo.
Mural en la UACM en honor a Luz Adriana Castillo.Cortesía

El 26 de abril recibieron un aviso. "Hay un cuerpo en el forense que podría ser el de su hija, ¿por qué no lo va a checar?". No les dan ninguna explicación de por qué pasó tanto tiempo desde el momento en el que encontraron el cadáver y cuando les informaron. Los restos ya están en estado de descomposición. Una radiografía dental arroja un 99% de coincidencia de que se trata de Luz Adriana y una prueba de ADN da certeza total. La ropa también coincide: sus botas, el cinturón de piel que le regaló su abuela. Es ella.

Luz Adriana murió de un golpe en el pecho y en la cabeza. "No queremos entorpecer las investigaciones, pero suponemos que para mover el cuerpo hasta donde apareció, el agresor no pudo haber actuado solo", comenta Wendy. "Exigimos justicia, hay un feminicida suelto, el de mi hija", agrega. Luz Adriana Castillo recibió sepultura el 29 de abril.

Wendy Vázquez y Alán Castillo.
Wendy Vázquez y Alán Castillo.E. C.

"Las autoridades de la Ciudad de México, como las del resto del país, tienen una necesidad de esconder lo que pasa, pero ya no se puede ocultar lo que es obvio", apunta Verónica Villalvazo, mejor conocida como Frida Guerrera, la primera periodista que se acercó a la familia Castillo. María Salguero, que ha elaborado un mapa de feminicidios en la capital y en México, concuerda en que existe un afán de las autoridades "para aparentar que la ciudad es segura".

"El caso de Luz Adriana debe horrorizarnos porque evidencia una cadena de negligencias: se entorpece la búsqueda de la justicia, se culpa a la víctima, se deja ir a los culpables por fallas en el proceso…", señala la especialista, que contabiliza 50 feminicidios en la Ciudad de México durante 2017 y 104, en 2016. Las cifras de la Procuraduría (Fiscalía) General de Justicia de la capital ofrecen un panorama radicalmente distinto: solo 42 investigaciones entre marzo del año pasado y el 28 de febrero de 2017.

También presumen que se detuvo a 23 sospechosos y se condenó a 19, un porcentaje de más del 80% de efectividad. "Es muy difícil aceptar que los feminicidios son una muestra de la ineficacia del Estado, si Luz Adriana fue localizada es por el trabajo de su mamá y de su familia, si no hubiera sido un caso más", responde Guerrera.

"Cuatro de cada 10 mujeres fueron asesinadas por alguien cercano a su entorno, entonces 'cuando se van con el novio' o de 'luna de miel' ya no se debe tomar a la ligera", revira Salguero sobre la falta de rigor en las investigaciones de una epidemia que afecta a todo el territorio mexicano. Los feminicidios son la primera causa de muerte entre mujeres de 15 y 29 años, según datos oficiales. Valeria Gutiérrez, de 11 años, fue violada y asesinada a principios de junio en Ciudad Nezahualcóyotl, a menos de un kilómetro de donde vivía Luz Adriana Castillo, en el Estado de México, la capital de los feminicidios en el país.

La vida se ha detenido de momento para los Castillo, que han cerrado el negocio familiar para volcarse en buscar justicia. Ha sido un proceso tortuoso, aunque reconocen que las investigaciones avanzan lentamente. El dolor sigue presente, pero la estrategia está clara. "Mi hija no va a ser una estadística más, quiero que sea uno de los casos resueltos y que el culpable sea sentenciado", concluye Vázquez. Antes de volver a la pelea su esposo cuenta que cada noche al regresar del trabajo se asomaba a la recámara de su hija. Solo con ver su silueta dormida sentía tranquilidad. Hoy ya no está, pero todavía lo sigue haciendo.

Luz Adriana Castillo y uno de sus perros.
Luz Adriana Castillo y uno de sus perros.Cortesía

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Sobre la firma

Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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