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Medio centenar de inmigrantes muere de sed en el desierto de Níger

Los 24 supervivientes relatan que pasaron cuatro días sin comida ni agua tras ser abandonados por los traficantes en su ruta hacia Europa

José Naranjo
Inmigrantes africanos duermen en un centro de detención en Libia.
Inmigrantes africanos duermen en un centro de detención en Libia.TAHA JAWASHI (AFP)

Unos 50 jóvenes africanos fallecieron de hambre y sed la semana pasada tras ser abandonados por traficantes de personas en una zona desértica del norte de Níger, cerca de la frontera con Libia, cuando se dirigían a este país norteafricano para seguir hacia Europa. Así lo han relatado a las autoridades locales los 24 supervivientes de esta nueva tragedia, que fueron rescatados el domingo por una patrulla del Ejército nigerino en la zona de Séguédine, después de haber pasado cuatro días sin comida ni agua.

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En total eran unos 75 inmigrantes que habían partido de Agadez a bordo de tres vehículos en dirección a la frontera libia, una ruta que se puede realizar en dos o tres días. Los migrantes relataron que habían dejado atrás los cuerpos de sus compañeros muertos sin precisar su número, según aseguró a France Presse (Afp) el prefecto de Bilma, Fatoumi Boudou. Diferentes medios nigerinos aseguran que las fuerzas de seguridad procedieron a enterrar 52 cadáveres encontrados en el desierto.

Hace sólo un mes, otros 44 migrantes procedentes de Nigeria y Ghana fueron encontrados muertos también en el desierto de Níger, entre ellos mujeres y bebés, aunque en esta ocasión fue debido a una avería en el motor del vehículo. Prácticamente todas las semanas, las fuerzas de seguridad de este país, auténtico cruce de caminos de las rutas migratorias hacia Europa, localizan grupos de jóvenes vagando por esta amplia zona, tal y como ocurrió hace sólo dos semanas con 92 rescatados.

Esta ruta entre Agadez y el sur de Libia es la parte más peligrosa de un largo viaje que lleva a los emigrantes de África occidental hacia el Mediterráneo, sobre todo después de que las autoridades nigerinas aprobaran en mayo de 2015 una ley para tratar de combatir la inmigración irregular que castiga con penas de entre uno y 30 años de cárcel y multas de hasta 50.000 euros a los traficantes de personas. Ello provoca que utilicen las zonas menos transitadas y que, a la menor sospecha, se den a la fuga abandonando a los emigrantes a quienes aseguran que la frontera está muy cerca.

Las condiciones del viaje son de extrema dureza. En medio de un calor sofocante, los jóvenes que han llegado en autobuses a Agadez procedentes sobre todo de países como Senegal, Gambia, Nigeria, Malí o Guinea, se aprietan al máximo en vehículos 4x4. Samba Dembelé, un mecánico senegalés que hizo este mismo camino, asegura que “meten hasta 45 personas, apenas se puede respirar. Muchos mueren incluso dentro de los coches”. Nadie sabe con exactitud cuántas personas han fallecido en este viaje en los últimos años, pero se estima que al menos los mismos que en el Mediterráneo.

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Pese a todo, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) asegura que esta ruta es cada vez menos utilizada. “Los flujos no son tan altos como los del año pasado”, aseguró a Reuters recientemente el jefe de la misión de este organismo en Níger, Giuseppe Loprete, “no hay comparación. El Gobierno está deteniendo a traficantes y confiscando sus camiones”. En 2016, unas 300.000 personas atravesaron la ciudad de Séguédine rumbo a Libia, frente a los 8.700 que lo hicieron en los dos primeros meses de este año, según las cifras de la OIM. Este descenso no significa que lleguen menos a Europa, advirtió a su vez el director de coordinación de este organismo, Federico Soda, ya que Libia ya acogía a cientos de miles de emigrantes que habían llegado en los últimos años, muchos con la intención de cruzar hacia Italia.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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