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Final de partida para el Elefante Blanco, un hospital de 14 pisos devenido en villa miseria

Proyectado hace casi 100 años en Buenos Aires, nunca se terminó y ahora será demolido. Algunas familias resisten el desalojo

Un hombre cruza en bicicleta frente al Elefante Blanco.
Un hombre cruza en bicicleta frente al Elefante Blanco.Guido Piotrkowski

Una hache puede ser un mensaje en sí mismo. En la vía pública se la utiliza para señalar la proximidad de un hospital o algún centro de salud. En la villa miseria Ciudad Oculta, de Buenos Aires, podría servir también para enumerar algunos de los males que afectan a sus habitantes: humedad, hacinamiento, herencias políticas recibidas. En ese lugar del sur de la ciudad se erige el Elefante Blanco, un enorme edificio que en 1923 fue pensado como el hospital más grande de América Latina. Las obras comenzaron en 1938 y se paralizaron definitivamente en 1955, con el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón. El proyecto atravesó a 38 gobiernos que no tuvieron la voluntad necesaria para cortar la cinta, y el Elefante Blanco quedó definitivamente abandonado. Cuando se levantó la villa miseria, el fallido hospital se convirtió en una fastuosa vivienda social improvisada para cientos de familias. Ahora, las autoridades comunales anunciaron su demolición y la instalación de una sede ministerial, pero un grupo de familias resisten el desalojo de un lugar que, entienden, les pertenece.

La rampa de ingreso al edificio de 62.000 metros cuadrados, por donde debían ingresar ambulancias, está hundida y agrietada. El agua se acumula cuando llueve y forma pequeñas piletas que permanecen durante días. El frente ya no conserva el blanco impoluto de todo hospital, sino que se convirtió en un jardín vertical en el que la humedad alimenta verdaderos árboles que salen desde los cimientos. En los alrededores de la estructura se ven los escombros de las pequeñas casillas que ya no están. Muchas de ellas fueron levantadas con ladrillos que los pobladores sacaron de la misma estructura de 14 pisos, hoy en peligro de derrumbe. Ellos ya arreglaron una salida con las autoridades y abandonaron el lugar.

"Con cada una de las familias trabajamos individualmente, viendo qué necesitan y encontrando soluciones. Algunas veces son accesos a créditos habitacionales, en otros casos relocalizaciones a terrenos que las familias tenían previamente", dice a EL PAÍS la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de la ciudad, Guadalupe Tagliaferri. La idea del Gobierno porteño es trasladar allí, en marzo de 2019, una nueva sede del ministerio, un edificio de tres pisos y 17.700 metros cuadrados inteligente, sustentable y con un techo verde que llevaría 1.138 puestos de trabajo al siempre olvidado sur de la ciudad. Se prevén luego obras de integración urbana para los más de 25.000 habitantes de Ciudad Oculta.

El miércoles pasado, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, visitó a algunos vecinos del barrio para presentarles el plan de reformas. Analía, una de las vecinas, desconfía: "Tengo 25 años y desde que nací dicen que van a urbanizar la villa. Para mí sólo van a hacer obras en el Elefante Blanco y se van a olvidar del resto del barrio". El sitio está dominado por el olvido y la suciedad. "Las ratas son tan grandes que te comen hasta los documentos, tenés que tener todo guardado", resume la mujer.

La enorme estructura del Elefante Blanco, compuesta por siete naves y que en 2012 fuera escenario de una película dirigida por el director Pablo Trapero, se levanta entre la miseria como un monumento al absurdo. El sitio pensado para curar enfermos no hace otra cosa que crearlos. Es allí donde la Liga Argentina contra la Tuberculosis comenzó a construir un instituto para pelear contra la enfermedad, muy generalizada a mediados del siglo XIX y virtualmente eliminada en la modernidad, pero que hoy hace estragos en Ciudad Oculta, en muchos casos por el consumo de pasta base de cocaína, la droga de los pobres.

Una de las que resisten es María Bernal, una mujer de 72 años que vive hace 15 en una casilla pegada al edificio. Cuida de dos nietos, uno de 26 con trastorno bipolar y otro de 14 que sufrió meningitis a los 3 meses de vida y hoy es portador de VIH. Ella quiere vivir dignamente, con cloacas, agua potable, gas y electricidad, pero fuera de la villa, "aunque sea a tres cuadras". Busca escapar de una realidad social nada ideal para la crianza de sus chicos. Le pidió ayuda a todos los gobiernos y a todas las oficinas. En el Instituto de la Vivienda le dijeron que su carta "no servía ni para papel higiénico". "Vivir acá es muy difícil, no puedo quejarme de mis vecinos, son como mi familia, pero mi propia familia no quiere venir a visitarme y en el estado en que están mis chicos acá no pueden ni caminar", cuenta la mujer. "Yo no tengo miedo del desalojo, pero me recomendaron que agarre la plata que me ofrecen (unos 10.000 dólares a través de un subsidio estatal). Yo voy a pelear por los derechos de mis nietos hasta lo último", avisa.

Las puertas de ingreso al Elefante Blanco están cerradas con rejas y candados y custodiadas por un pequeño ejército de jóvenes que hacen las veces de seguridad, aunque sólo llevan por uniforme una gorra con visera. Responden a un tal Pocho, un nombre que todos repiten, algunos en forma amistosa y otros no tanto. Uno de esos jóvenes impide el ingreso luego de consultar vía radio a quien sabe qué autoridad. La letra hache, dicen, también es muda. Pero en Ciudad Oculta lleva un grito contenido.

Terrenos muy cotizados

El barrio Ciudad Oculta se caracteriza por ser una de las villas que más resistieron los embates de la política, en buena parte porque muchos de sus habitantes trabajaron en el frigorífico Lisandro de la Torre, un sitio de resistencia popular a gobiernos democráticos y militares, cuyos obreros fueron de los primeros en ser considerados "terroristas" por las distintas dictaduras. Sus pasillos fueron poblados por matarifes del mercado de hacienda de Liniers en los albores de la Argentina agroexportadora. Hoy, el mercado también espera ser relocalizado y son muchos los que creen que existe un apuro oficial comunal para liberar tierras que parecen tener un rico potencial inmobiliario.

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