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Vladímir Makei | ministro de Exteriores de Bielorrusia

“Rechazamos el despliegue de la OTAN en Polonia y el Báltico”

El ministro de Exteriores asegura que Bielorrusia está "preparando nuevas ideas" para impulsar la paz en Ucrania

Pilar Bonet
Vladímir Makei se dirige a los medios en una imagen de archivo.
Vladímir Makei se dirige a los medios en una imagen de archivo.Mikalai Anishchanka (Getty )

“Cuando dos hermanos se pelean, el tercero tiene que poner paz entre ellos”, afirma el ministro de Exteriores de Bielorrusia, Vladímir Makei refiriéndose a Rusia y Ucrania, los dos vecinos eslavos en conflicto por los territorios secesionistas de Donetsk y Lugansk y por la anexión de Crimea. “No podíamos quedarnos al margen”, dice Makei, que, en una entrevista con EL PAÍS en Minsk, asegura que Bielorrusia prepara “nuevas ideas” para impulsar el estancado foro de la capital, el principal cauce de diálogo para el Este de Ucrania, en el que, bajo la égida de la OSCE, participan Alemania, Francia, Ucrania y Rusia además de los secesionistas.

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“Estamos muy interesados en que el proceso de pacificación en Ucrania continúe de forma más dinámica”, dice el ministro. “El aventamiento del conflicto”, además de producir “pérdidas económicas”, crea “peligro bélico”, advierte Makei, que de 2008 a 2012 fue el jefe de la administración del presidente Alexandr Lukashenko. “Tenemos más de mil kilómetros de frontera abierta con Ucrania, lo que representa un peligro de contrabando de armas y migración ilegal”, explica el ministro. “El presidente de Bielorrusia ha promovido varias iniciativas, pero no todas fueron apoyadas”, dice. Algunas “propuestas confidenciales no recibieron contestación”, puntualiza, refiriéndose a las que Lukashenko transmitió a la UE por mediación de Donald Tusk, siendo este primer ministro de Polonia. Lukashenko quería implicarse más y mediar en el conflicto con una “actitud más decidida”, pero por entonces "el papel de Bielorrusia no era aceptable para nuestros socios occidentales, debido a las sanciones y a su imagen negativa”, sentencia Makei. Posteriormente, Lukashenko propuso que Bielorrusia se convirtiera en la “principal responsable” de un “estricto control” en la frontera ruso-ucraniana. “La idea no fue aceptada por ninguna de las partes”, confiesa el ministro, según el cual la misión fronteriza bielorrusa hubiera podido ponerse en práctica “con nuestras fuerzas o con participación de otros”.

Al firmarse, el 12 de febrero de 2015, los acuerdos de Minsk parecían “aceptables para todos, pero, después "cuando los participantes regresaron a sus lugares de origen”, comenzaron las diferencias y “ahora es difícil decir quién tiene razón”. “Debe haber un mecanismo objetivo que permita controlar exactamente el grado de cumplimiento conjunto de los acuerdos logrados o que pueden lograrse y, si surge una situación problemática, tomar medidas para atajarla”. “Con ese fin hay que convocar otro encuentro, no importa donde, involucrando tal vez a otros actores, como la UE y EE UU, y obligar a todas las partes a llegar a un acuerdo concreto y observarlo”. El ministro no quiere dar detalles, pero asegura que “la regulación de la crisis ucraniana” será debatida por Lukashenko con su colega ucraniano, Petro Poroshenko, próximamente en Kiev.

Tras las elecciones presidenciales sin violencia de octubre de 2015 en Bielorrusia, la relación de este país con la UE mejoró. Bruselas abolió las sanciones que mantenía contra 170 bielorrusos, incluido el mismo presidente, y se reanudó el diálogo sobre derechos humanos con Minsk. Desde la primavera los ciudadanos de la UE pueden realizar viajes de hasta cinco días sin visado a Bielorrusia, que ahora considera prolongar ese plazo, según el ministro.

La imagen de Bielorrusia cambia en la opinión pública occidental”, asegura Makei. El país vive hoy “una situación cualitativamente diferente”. En lo exterior, esta situación se caracteriza por un “deterioro” internacional y la “contradicción entre los dos pueblos eslavos más cercanos a nosotros”; en lo interior, por los “cambios positivos que nos han permitido pasar a un mayor nivel en nuestras relaciones con la UE”. “Nuestra independencia se ha fortalecido como resultado de nuestros esfuerzos en el desarrollo de relaciones comerciales y humanitarias con los socios europeos y norteamericanos”, dice. “Del 7 al 9 de julio Minsk ha sido sede de la asamblea parlamentaria de la OSCE, que ha aprobado resoluciones en las que se condena la política rusa en Ucrania.

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Muchas son las tarjetas de visita de Bielorrusia: es aliada de Rusia en el Estado de la Unión; está integrada en la Unión Económica Euroasiática (UEEA) junto con Rusia, Kazajistán, Armenia y Kirguizistán; es miembro de la “Asociación por la paz” de la OTAN y de la “Asociación oriental” con la UE, y pertenece simultáneamente al tratado de la Organización de Defensa Colectiva (con Rusia y otros países postsoviéticos), y al movimiento de los “no alineados”. Según el ministro, la Asociación oriental y la UEEA “son compatibles y, más aún, quisiéramos que la UEEA y la UE tuvieran una relación más estrecha”. El acercamiento, asegura, “es necesario y llegará tarde o temprano”. “Si ahora no se da es porque, debido a la crisis de Ucrania, el nivel de desconfianza entre el Este y el Oeste es enorme”.

“Nosotros no ansiamos incorporarnos a la UE, pero queremos trabajar de forma más activas en las estructuras integradoras surgidas en el espacio postsoviético como la UEEA y al mismo tiempo, tener una colaboración económica más estrecha con la UE, porque eso refuerza nuestra economía y el fortalecimiento económico nos permitirá reforzar nuestra soberanía e independencia política”, matiza el ministro. “No tenemos intención de dañar las relaciones con Rusia porque es nuestro aliado y nuestro principal socio, pero desearíamos que nuestra economía estuviera más diversificada”, señala Makei. El comercio con Rusia representa casi un 52% del volumen comercial de Bielorrusia. La UE, con un 22,5% del volumen comercial bielorruso, está en segundo lugar.

Rusia tiene dos instalaciones militares heredadas de la URSS en Bielorrusia (una estación de radar en Gantsevichi y el centro de comunicaciones navales, cerca de Vileika). En 2016 Moscú quería instalar además una agrupación aérea propia, pero Lukashenko no lo permitió. “La instalación de nuevos contingentes militares no ayudaría a la estabilidad y seguridad en esta región, por eso estamos categóricamente en contra del despliegue de un contingente de la OTAN en los países del Báltico y Polonia, porque eso obliga a la otra parte a tomar medidas y contribuye a una escalada de armamento, como en la guerra fría”. Por otra parte, “una nueva base militar extranjera en Bielorrusia, no tiene sentido, porque el armamento moderno permite a Rusia reaccionar de forma igualmente rápida desde su territorio. No queremos ser un nuevo irritante de las tensiones en nuestra región”.

En Occidente preocupan las maniobras militares conjuntas que Bielorrusia y Rusia planean en septiembre. “Son maniobras regulares, que se realizan cada dos años. Habrá que esperar a que acaben para que todos vean lo absurdo de las acusaciones que plantean. Nuestros vecinos pueden estar tranquilos, porque desde Bielorrusia no surgirá nunca una guerra o una amenaza y las maniobras serán transparentes e invitaremos a observadores de los países vecinos, de la OSCE y de las embajadas acreditadas aquí”, dice el ministro.

Mientras sanciones y contra sanciones lastran la relación de Rusia con Occidente, Bielorrusia invita al empresariado europeo instalarse en su territorio para acceder así al mercado euroasiático. Rusia no permite reexportar mercancías importadas desde Estados sancionados a través de Bielorrusia, pero está abierta a los productos elaborados localmente en este país. “Queremos crear una producción conjunta para elaborar las mercancías, tras lo cual, se considerarán bielorrusas y podrán ser exportadas a otros países de la UEEA”, concluye el ministro. En junio, Makei realizó la primera visita oficial de un jefe de la diplomacia de Bielorrusia a España. “Algunas compañías españolas ya son muy activas aquí”, asegura.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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