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Macron insta a los franceses a afrontar su pasado de colaboración con los nazis

El presidente asume, ante Netanyahu, la responsabilidad de Francia en el Holocausto durante la conmemoración de la redada contra judíos en 1942

Marc Bassets
Netanyahu y Macron en la ceremonia de conmemoración de las víctimas del Velódromo de Invierno en París este domingo.
Netanyahu y Macron en la ceremonia de conmemoración de las víctimas del Velódromo de Invierno en París este domingo. KAMIL ZIHNIOGLU (AFP)

Todo presidente francés debe medirse con la historia y entre los episodios traumáticos se encuentra la ocupación nazi y el régimen colaboracionista de Vichy. Emmanuel Macron dijo este domingo que afrontar el pasado oscuro hace fuertes a los países, y que la semilla del antisemitismo y el racismo sigue viva. Fue en ocasión del 75 aniversario de la redada del Velódromo de Invierno en París —en la que policías franceses detuvieron a 13.152 judíos, que casi todos acabaron deportados y asesinados en Auschwitz— y en presencia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

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La política de la memoria —la capacidad de trazar un relato nacional— figura entre las prioridades de todo jefe de Estado. Macron no es una excepción. Desde que hace un año dio los primeros pasos en la carrera al Elíseo, no ha dejado de entrelazar su discurso político con una reflexión sobre el pasado. Hasta el punto de que ha nombrado a un consejero responsable de "discursos y memoria", el escritor Sylvain Fort, que dirigió el equipo de comunicación durante la campaña electoral.

Vichy —“el pasado que no pasa”, como lo calificaron los historiadores Éric Conan y Henry Rousso en un libro de los años noventa— es junto a la guerra de Argelia el gran trauma francés contemporáneo. Y dentro del periodo de Vichy —la sede del gobierno de la Francia colaboracionista entre 1940 y 1944— hay pocos episodios tan siniestros como la redada del Velódromo de Invierno, o Vel d’Hiv, en su abreviación francesa. Entre el 16 y el 17 de julio de 1942, centenares de policías y gendarmes franceses detuvieron a miles de judíos —entre ellos 4.115 niños— y los encerraron en el Vel d’Hiv, un pabellón deportivo cerca de la Torre Eiffel, y otros centros. Desde allí fueron deportados a otros campos de internamiento, y de allí a Auschwitz. De los 3.900 menores encerrados en el Vel d’Hiv sólo sobrevivieron seis adolescentes.

“Lo vuelvo a decir”, dijo Macron retomando, y desarrollando, las palabras de sus antecesores inmediatos. “Es Francia la que organizó la redada y las deportación y, por tanto, la muerte de las 13.152 personas de confesión judía arrancadas de sus domicilios el 16 y el 17 de julio de 1942”.

“No hubo un solo alemán que ayudase en la redada”, prosiguió. “Es tan cómodo ver en Vichy una monstruosidad, venida de la nada”. Porque el régimen de Vichy se apoyaba en tradiciones arraigadas en la Francia de principios del Siglo XX, la del racismo y la del antisemitismo. “Nada de aquello nació con Vichy”, avisó. “Pero nada de aquello murió con Vichy”.

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El presidente se refirió a la discriminación persistente contra musulmanes en la sociedad francesa y de los ataques contra judíos en Francia. El odio a los judíos, dijo, adopta nuevas formas. “No cederemos en nada al antisionismo, porque es una forma reinventada de antisemitismo", avisó, en una frase que después retomó Netanyahu.

Al terminar el acto, Régine Lippe, cuyo nombre de soltera era Gradsztejn, miraba en el muro que conmemora a los niños del Vel D’Hiv el nombre de sus primos: Hélène, de 10 años, Henri, de 14, Thérèse, de siete, Céline, de seis y Danielle, de tres. "Ninguno regresó". Ella escapó porque su padre, ante el rumor de que habría redadas, la llevó con otra familia en el campo, 15 días antes del Vel d’Hiv.

“Muchos políticos intentaron hacer creer que no fue Francia, que fueron solo los alemanes”. dice Lippe. “Claro, sufrimos la invasión alemana, pero los colaboradores ayudaron mucho”.

Fue Jacques Chirac el primer presidente que se atrevió a proclamar la responsabilidad nacional en el Vel d’Hiv

Hasta 1995, el discurso oficial —suscritos por la derecha y la izquierda, por presidentes como De Gaulle y Mitterrand— era distinto. La Alemania nazi era el país ocupante, los deportados murieron en los campos alemanes y la auténtica Francia era del exilio que lideraba De Gaulle, y no la del mariscal Pétain, jefe del Estado francés. Por tanto, ni el colaboracionismo ni los crímenes perpetrados por funcionarios franceses tenían nada que ver con Francia. Según este relato, modelado por el gaullismo al final de la guerra, Vichy era una anomalía, una aberración de la historia ajena a la nación francesa. La leyenda era necesaria para reparar el trauma de aquellos años y afirmar a Francia como potencia vencedora.

Fue Jacques Chirac, un presidente neogaullista, el primero que se atrevió a proclamar la responsabilidad nacional en el Vel d’Hiv y, por extensión, en los crímenes de Vichy. "Francia, la patria de la Ilustración y de los Derechos Humanos, tierra de acogida y asilo, cometió lo irreparable”, dijo. “Faltando a su palabra, entregó sus protegidos a sus verdugos”.

Hoy las viejas teorías todavía tienen adeptos, como Marine Le Pen, líder del Frente Nacional. Durante la última campaña electoral Le Pen negó la responsabilidad francesa en el crimen y expresó su hartazgo por la supuesta tendencia a la autoflagelación de las élites nacionales.

“Francia, al reconocer sus faltas, ha abierto la vía a la reparación: esta es su grandeza, es el signo de una nación viva que sabe mirar su pasado a la cara”, replicó Macron: "Allí está el coraje de un pueblo que hace su examen de conciencia y tiende la mano a las víctimas. Tender la mano, rehacer los vínculos, no es humillarse por yo no sé qué arrepentimiento, es crecer, es ser fuerte”.

El otro trauma histórico de la Francia actual es la guerra de Argelia y la descolonización. Uno de los momentos más complicados de la campaña electoral de Macron fue cuando dijo que la colonización había sido un crimen de guerra. En el esfuerzo por recomponer el relato nacional, Argelia puede ser la próxima cita.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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