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El futuro del mensaje sin pasamontañas

Juan Jesús Aznárez

La cobertura dispensada por la prensa escrita a la llegada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con 24 páginas en algunos diarios, consolidó el valor político de las capuchas y de la clandestinidad y retrasará tal vez el momento en que el subcomandante Marcos decida quitarse el pasamontañas. Llenó el Zócalo y se sintió refrendado, pero existen dudas sobre el calado de su mensaje sin el embozo.

La realidad es, según la empresa encuestadora de María de las Heras, que el 50% de los mexicanos considera al EZLN un movimiento político, y apenas un 25%, una guerrilla. La sublevación de 1994 y el enmascaramiento de su principal referente han sido herramientas ilegal, la primera, y discutible, la segunda, pero eficaces según todos los análisis porque forzaron la preparación de un proyecto de ley cuya traducción constitucional obligará a la enmienda de siete artículos y afectará al 10% de la población de México.

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La mayoría de los analistas piensa que ha llegado el momento de sustituir la capucha por un activismo a cara descubierta. Los prozapatistas aplauden el ocultamiento del rostro porque consiguió desperezar a los legisladores y puede acelerar la aprobación de la ley. El recibimiento de la delegación rebelde constituyó un indudable triunfo político, pero existe el peligro de que Marcos subestime la capacidad de maniobra del Gobierno, que hasta ahora ha permitido su libre tránsito para demostrar que la ampliación de los espacios concedidos a la libertad por la nueva Administración no es retórica.

El miedo a ganar

'En última instancia, para unos y para otros, la clave futura está en política. Marcos, en ese sentido, ha ganado mucho', señala Jorge Fernández. 'No le vaya a ocurrir como a la vieja izquierda, que, cuando tenía opciones y algunos triunfos en su mano, no sabía ganar y se autoimponía la cultura de la derrota'. Según este comentarista, 'salvo la presencia de grupos marginales, los personajes y agrupaciones sociales que se le han acercado en este recorrido, no fueron tan numerosas como muchos esperaban'.

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La decisión del jefe guerrillero de permanecer en Ciudad de México hasta la aprobación del proyecto de ley ha sido considerada positiva por quienes confían en que su conversión en acto político gracias al trato diario con diputados, senadores y funcionarios, y su participación en la nueva dinámica política nacional. El panorama es democrático y muy diferente al padecido por Sebastián Guillén, el universitario detrás del pasamontañas, hasta 1984, año en que decidió armarse en las selvas de Chiapas.

Lo cierto es, según un editorial de La Jornada, que México 'asiste a la oportunidad más promisoria que se haya presentado jamás para saldar su deuda histórica con los indígenas'.

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