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Cerco a los talibanes | GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

El avance de la Alianza se estanca en el sur

Las victorias de jefes pastunes independientes complican el mapa militar y político de Afganistán

Guillermo Altares

El avance de la Alianza del Norte está perdiendo fuelle a medida que sus tropas llegan hacia territorio pastún, en el sur de Afganistán. Por el momento ocupan todo el norte del país, salvo Kunduz, donde han hallado una durísima bolsa de resistencia talibán. Mientras, en Kandahar, la capital espiritual de los talibanes, los combates seguían ayer. Jalalabad, una ciudad clave que permite el paso hacia la frontera con Pakistán, fue abandonada el miércoles por las milicias radicales. Pero no está claro que las ciudades del sur que han abandonado los talibanes estén en poder de la Alianza. En muchos casos han sido tomadas por líderes guerrilleros pastunes, con los que la Alianza tendrá que llegar a acuerdos.

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Aunque el presidente Burhanuddin Rabbani ya ha pasado por Kabul, la Alianza del Norte todavía no se atreve a establecer su capital allí. El Ministerio de Exteriores se ha trasladado a Taloqán, pese a que el ministro Abdulá Abdulá no ha puesto los pies en esta ciudad y sí ha estado en la capital afgana. La impresión general es que la oposición domina ya las ciudades del norte, pero que los combatientes talibanes no pueden haberse evaporado completamente, sobre todo los extranjeros. Muchos caminos del norte y del sur del país todavía no son seguros y, a pesar de la rápida ofensiva, el terreno conquistado está muy lejos de estar bajo control. Periodistas presentes en Mazar-i-Sharif, la primera ciudad importante que cayó en manos de la Alianza, hace una semana, aseguran que de noche se escuchaban combates en bastantes barrios.

Tras todos los éxitos de la semana pasada, la Alianza se encuentra ahora en un momento crucial, tanto en el terreno político como en el militar. Primero tiene que asentar el terreno conquistado, ya que se enfrenta al peligro evidente de que los talibanes más irreductibles comiencen una guerra de guerrillas. Segundo, la Alianza tiene que empezar a construir un país, vigilada de cerca por la comunidad internacional y con caudillos tribales pastunes, ajenos a la Alianza, que han realizado sus propias conquistas. Si el acuerdo político no llega pronto y es realmente estable, el peligro de guerra civil será cada vez mayor según pasen los meses.

Naciones Unidas logró conducir ayer su primer convoy de ayuda humanitaria desde Uzbekistán hacia el norte de Afganistán, cerca de Mazar-i-Sharif. Pero la prueba de que las cosas no están muy claras en la zona es que alberga dudas sobre la seguridad que debería acompañar la distribución de 200 toneladas de trigo, dirigidas a unas 2.000 familias desplazadas.

10.000 hazaras, a Kabul

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Desde el norte, una columna con unos 10.000 combatientes hazaras, musulmanes de origen shií, odiados a muerte por los talibanes, se dirigía ayer hacia Kabul, lo que provocó inquietud, ya que han sufrido numerosas matanzas en los últimos años por parte de las milicias radicales y no es nada extraño que quieran vengarse.

En Kandahar, trabajadores humanitarios contactados por teléfono han relatado que la situación en la ciudad no estaba nada clara y que los combates proseguían. Varios líderes pastunes se han rebelado contra los talibanes en la zona. Pero no parece que sea sencillo desalojar a los talibanes de su capital espiritual sin luchar. Hamid Karzai, jefe de una importante tribu pastún y antiguo viceministro de Exteriores en un Gobierno de Rabbani, manifestó ayer a la agencia France Presse que grupos tribales hostiles a los talibanes habían conquistado el aeropuerto de Kandahar y que el caos reinaba en la ciudad. En Jalalabad, en cambio, según un grupo de periodistas que entró anoche, la situación permanecía tranquila, al igual que en la capital, Kabul, donde, tras la salida de los fanáticos, la situación volvía a la normalidad.

El comandante Mutalibed, uno de los hombres fuertes de la Alianza, declaró ayer en Taloqán que sus fuerzas 'seguirán avanzando hacia territorio pastún' y, como otros oficiales de la oposición, insistió en la necesidad de llegar un acuerdo político con todos los grupos que forman el frágil equilibrio étnico de Afganistán. 'Nosotros no tenemos ningún problema con ninguna etnia de este país, sólo con los terroristas extranjeros que han venido a combatir aquí', aseguró el comandante.

Soldados de la Alianza del Norte escoltan a un prisionero talibán en la ciudad de Taloqán.
Soldados de la Alianza del Norte escoltan a un prisionero talibán en la ciudad de Taloqán.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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