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Tribuna:AMENAZA DE GUERRA | El desafío de Corea
Tribuna
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Irak y Corea del Norte: enfrentarse a la proliferación de armas nucleares

El presidente Bush ha adoptado políticas muy distintas hacia Irak y Corea del Norte, a pesar de haber etiquetado provocativamente a ambos países de eje del mal, junto con Irán. Ha amenazado repetidamente con la guerra si Irak no divulga y elimina sus pretendidas armas de destrucción masiva, ha estado desplazando tropas estadounidenses a la región del golfo Pérsico, ha emprendido amenazantes bombardeos de ensayo sobre territorio iraquí y ha estado armando ilegalmente e incitando a las fuerzas de oposición a que inicien una guerra civil en Irak. Pero, con respecto a Corea del Norte, que ahora ha admitido que tiene un programa de armas nucleares y se sabe que ha potenciado los sistemas de lanzamiento, Bush ha dejado claro que prefiere confiar en la diplomacia.

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Irak parece estar cooperando con los inspectores de armas de la ONU, mientras que Corea del Norte ha pedido a los inspectores que salgan de su país y está estudiando la posibilidad de retirarse del Tratado de No Proliferación, como es su derecho legal, para proseguir sus programas de armas nucleares libre de las restricciones que impone el tratado. ¿Por qué, entonces, se plantea la guerra para Irak y la diplomacia para Corea del Norte?

Bush pretende justificar la distinción insistiendo en que Irak plantea peligros especiales porque ya ha invadido a sus vecinos dos veces en el pasado y ha usado armas no nucleares de destrucción masiva. Esta distinción, no obstante, parece discutible, sobre todo si se tienen en cuenta las posturas anteriores de EE UU. Irak invadió Irán en 1980 a instancias de EE UU, y éste era plenamente consciente del uso de armas químicas por parte de Irak en su guerra contra Irán y contra los kurdos. En esa época, EE UU apoyaba a Irak e incluso le suministró muchos de los componentes necesarios para producir armamento químico y biológico.

Irak no ha entrado en guerra o usado armas de destrucción masiva en el pasado sin el apoyo o al menos la indiferencia declarada de EE UU, y no se ha comportado agresivamente con sus vecinos durante la última década. Irak entiende plenamente que si amenazara con usar o usara armas de destrucción masiva a estas alturas, se enfrentaría a una casi segura aniquilación, y no hay nada en el historial de Sadam Husein, por brutal que sea, que sugiera tal irracionalidad. De hecho, el régimen de Bagdad siempre ha dado la máxima prioridad a su propia supervivencia y a la del Estado iraquí.

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La Administración de Bush se ha erigido en árbitro de a quién se le permite y a quién no poseer armas de destrucción masiva. Ésta no es una estrategia que tenga posibilidades de tener éxito sin dar a la política exterior estadounidense una dimensión militar que incluye el estar constantemente preparado para la guerra en partes remotas del mundo. En los últimos años, EE UU ha sido incapaz de impedir que India y Pakistán desarrollen y posean armamento nuclear. Tampoco intervino para evitar que Israel desarrollase su propio arsenal nuclear, e incluso parece haber apoyado el programa de Israel de maneras diversas.

El mundo árabe es profundamente consciente de que EE UU ha adoptado raseros muy diferentes con Irak y Corea del Norte, y también con respecto a Irak e Israel. La única explicación aceptable de este doble rasero es el oportunismo estratégico de Washington. ¿Es el motivo real de esta política el hecho de que EE UU no quiere que líderes impredecibles desarrollen arsenales nucleares? Es dudoso, ya que en la actualidad Corea del Norte, Pakistán e Israel tienen todos líderes impredecibles.

¿La política es que EE UU sólo permitirá desarrollar arsenales nucleares a sus aliados? También es dudoso, puesto que Corea del Norte, India y Pakistán no se consideran propiamente aliados, aunque Pakistán ha cambiado temporalmente su alineamiento debido a la presión de Washington tras el 11-S.

¿La política es que EE UU utilizará el presunto desarrollo de armas de destrucción masiva como excusa para intervenir en un país que se asienta sobre grandes reservas petrolíferas? No se puede evitar tener la impresión de que el petróleo es un interés económico y estratégico fundamental que ayuda a explicar por qué la Administración de Bush parece tan decidida a librar una guerra contra Irak como preludio de un cambio de régimen. Puede haber también otras motivaciones políticas y estratégicas, entre ellas el deseo de imponer el dominio en Oriente Próximo y eliminar a un líder conflictivo.

Creemos que el Gobierno de EE UU necesita desarrollar una política coherente sobre armamento de destrucción masiva que sea válida para todas las naciones. La búsqueda que lleva a cabo el presidente Bush de una solución diplomática con Corea del Norte parece el procedimiento correcto, especialmente si se compara con el planteamiento hacia Irak. Pero, incluso con un "enfoque diplomático", EE UU ha impuesto negativas sanciones e impedido que Corea del Norte reciba los necesarios y prometidos envíos de petróleo. Estados Unidos necesita emprender negociaciones con Corea del Norte en vez de pretender aislarla.

Con respecto a Irak, la Administración de Bush debería estar dispuesta también a emprender negociaciones. Al fin y al cabo, los inspectores de la ONU ya han visitado, según se informa, unos 230 sitios iraquíes, seleccionados en función de pistas proporcionadas por los servicios de espionaje, y hasta el momento no han encontrado ninguna prueba de que exista armamento prohibido. Si la Administración de Bush tiene información, como ha afirmado repetidamente, de que Irak ha violado repetidamente el mandato de la ONU de eliminar sus armas de destrucción masiva, tiene la obligación de proporcionar esa información a los inspectores de la ONU, de forma que éstos puedan llevar a cabo su trabajo. En el supuesto de que Irak fuera absuelto por los inspectores de Naciones Unidas con respecto a las armas nucleares y de otro tipo, EE UU debería poner fin a sus sanciones contra Irak y desde luego terminar con el bombardeo de las zonas de exclusión aérea que estableció en Irak hace más de una década sin autorización del Consejo de Seguridad.

Para ser plenamente coherente en sus esfuerzos de control de la proliferación de las armas de destrucción masiva en Oriente Próximo, la Administración de Bush debería presionar a Israel para que eliminase su arsenal nuclear. La resolución 687, que reclama el desarme nuclear de Irak, toma nota de los llamamientos para crear una Zona Libre de Armas Nucleares y Armas de Destrucción Masiva en Oriente Próximo. Estados Unidos debería buscar la realización de estos objetivos, y ello no será posible a menos que el arsenal nuclear de Israel sea desmantelado.

Estados Unidos ha considerado el Tratado de No Proliferación Nuclear como una calle de sentido único durante más de treinta años. El problema de esa actitud es que el tratado se negoció desde el principio como una calle de doble sentido. Los Estados sin armas nucleares renunciaron a su derecho a adquirir o desarrollar tales armas a cambio de la solemne promesa de los Estados nucleares de emprender de buena fe negociaciones para el desarme nuclear. Estados Unidos, al igual que otros Estados que poseen armas nucleares, no ha mantenido su parte del trato, lo cual es una "violación sustancial" del tratado.

Sin embargo, la coherencia no es suficiente. La no proliferación se revela cada vez más como un callejón sin salida que no es capaz de proteger a los pueblos del mundo contra la atroz posibilidad de una guerra nuclear. Si EE UU realmente quiere poner fin a la amenaza de la proliferación nuclear, debe demostrar que tiene la voluntad política de proponer y emprender negociaciones serias para la total eliminación de todas las armas nucleares en el mundo, incluso las suyas propias, tal como exige el Tratado de No Proliferación.

Richard Falk y David Krieger presiden la Nuclear Age Peace Foundation (Fundación para la Paz en la Era Nuclear).

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