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MAGNICIDIO EN GROZNI

El asesinato de Kadírov deja al Kremlin sin alternativa de poder en la república caucásica

Moscú se plantea suspender el traspaso de competencias y asumir el control sobre Chechenia

La muerte de Ajmad Kadírov pone en jaque la estrategia del Kremlin, que estaba impulsando un proceso destinado, según sus ideólogos, a normalizar la situación política en la república norcaucásica rebelde. Sin una clara figura política de recambio, Moscú deberá ahora volver a plantearse el problema de qué hacer con esa región autonómica: si insistir en sus planes de ir traspasando el mayor número posible de responsabilidades a los mismos chechenos o abandonarlos, retroceder y optar por imponer el gobierno presidencial directo desde el Kremlin, como piden una serie de políticos rusos.

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En los marcos del programa que pretende llegar a una normalización política en Chechenia se organizó el año pasado un referéndum en el que se aprobó una nueva Constitución, especie de estatuto autonómico de la región. Seis meses más tarde se celebraron elecciones presidenciales en la república autónoma, las primeras después de que, en 1997, hubiera sido elegido Aslán Masjádov, hoy jefe de la resistencia chechena separatista.

El Kremlin, que hace cuatro años colocó a Kadírov al frente de Chechenia, decidió continuar apoyándolo e hizo de los comicios una farsa: con diferentes medios logró que todos los candidatos que podían hacerle competencia real a su hombre de confianza abandonaran la carrera electoral.

Fue así como Kadírov obtuvo, oficialmente al menos, más del 80% de los votos. Como bromeó un político, los guerrilleros bajaron de las montañas, votaron a favor de su enemigo Kadírov y luego volvieron a subir para continuar la resistencia chechena.

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Pero hasta ayer la estrategia del Kremlin parecía estar dando resultados. Los rusos habían logrado eliminar a importantes comandantes guerrilleros -el último fue, en febrero pasado, Ruslán Gueláyev, que solía ir con sus hombres a descansar y recuperar fuerzas al desfiladero del Pankisi, en la vecina Georgia- y algunos altos oficiales cercanos a Masjádov se habían entregado y depuesto las armas.

El más influyente de éstos es el general Mogamed Jambíyev, que se rindió a las autoridades chechenas en marzo pasado. Jambíyev fue ministro de Defensa del primer presidente checheno, Dzhijar Dudáyev, y después, de Masjádov.

Para terminar con el grueso del proceso de normalización, sólo faltaba realizar elecciones al Parlamento local. Ahora todo ha cambiado radicalmente. Con unas nuevas elecciones que, de celebrarse, deben transcurrir, según la ley chechena, antes del próximo 9 de septiembre, el Kremlin tiene poco tiempo para buscar un relevo por el que pueda apostar totalmente, como lo hizo en su tiempo con Kadírov.

Otra posibilidad es permitir que realmente se celebren auténticas elecciones, es decir, dejar a los políticos chechenos leales a Rusia y con ambiciones presidenciales que compitan libremente y aceptar el veredicto de las urnas.

Por último, Putin puede imponer desde Moscú un Gobierno presidencial directo sobre Chechenia.

Liubov Sliska, vicepresidenta primera de la Duma Estatal o Cámara baja del Parlamento ruso, es partidaria de esta última variante. "Probablemente habría que imponer, además, el estado de excepción en las regiones limítrofes con Chechenia", declaró. Sliska, representante de Rusia Unida, partido que tiene la mayoría absoluta en el legislativo, agregó que cree necesario volver a introducir la pena de muerte "para este tipo de crímenes". Dmitri Rogozin, líder del grupo parlamentario nacionalista Ródina (Patria), también piensa que hay que imponer el Gobierno directo desde el Kremlin y nombrar "un representante plenipotenciario" en el que Putin delegue "todos los poderes, tanto militares como civiles".

Borís Berezovski, el oligarca que ayudó a poner a Putin en la presidencia de Rusia y que después se ha convertido en su principal opositor, considera que lo ocurrido ayer marca el total fracaso de la estrategia del Kremlin en Chechenia.

Berezovski, que es perseguido en Rusia y ha debido emigrar al Reino Unido, asegura que es necesario buscar una solución política al conflicto checheno, lo que significa negociaciones con los separatistas, algo que Putin se niega a aceptar.

La dirigente de derechas Irina Hakamada declaró, por su parte, que el atentado de ayer "demuestra que los problemas de Chechenia no se han resuelto en absoluto" y advirtió al Kremlin que no debe volver el mismo error de imponer a una persona sin previo acuerdo con los ancianos, los clanes y la oposición chechenos. Más aún, Hakamada considera que se debe eliminar el puesto de presidente en Chechenia y optar por un sistema parlamentario para gobernar esa región.

Ajmad Kadírov, con un gorro checheno, momentos antes del atentado.
Ajmad Kadírov, con un gorro checheno, momentos antes del atentado.AP

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