_
_
_
_
_
Reportaje:ELECCIONES EN EL REINO UNIDO

Los laboristas pierden el apoyo de los estudiantes

Las nuevas tasas universitarias y la guerra de Irak restan votos a Tony Blair en Cambridge

Berna González Harbour

La vida ya no le sonríe a Tony Blair en las casas y calles de Cambridge. La bella ciudad universitaria que un día se adelantó a los tiempos votando a los laboristas en 1992 está hoy dándoles la espalda. El perfil laborista de este templo de los intelectuales se ha ido desdibujando y los liberal-demócratas, que ya conquistaron la alcaldía hace un año, desafían seriamente al laborismo en las elecciones del próximo jueves. "¿Cómo van las cosas por aquí?", se preguntan dos grupos de militantes que se cruzan mientras tratan de cazar el voto laborista en un barrio de estudiantes. Todos se intercambian una mirada arrugada y hacen un gesto con la mano que viene a decir algo como: "Así así". La campaña les ha traído este año más hostilidad que en otros tiempos y encuentran a su paso muchísimos vecinos enfadados, decepcionados y dispuestos a cambiar de partido por dos razones. La guerra en Irak es una; y las tasas universitarias, con un impacto directo en los bolsillos de Cambridge, es la otra. Así que no hay gran simpatía en las ventanas.

"Vamos a la bancarrota y ya no podemos financiarnos", asegura un veterano profesor
"Están enfadados por la guerra", afirma Ann Campbell, diputada laborista por Cambridge
Más información
Familiares de víctimas británicas en Irak anuncian acciones legales contra Blair

"Para muchos estudiantes, es su primera votación, y su llegada a la política se produce justo cuando el Gobierno laborista va a empezar a aplicar las tasas universitarias", cuenta un joven profesor de poesía británica de la Universidad de Cambridge. "Los estudiantes están muy informados, concienciados y tampoco van a perdonar una guerra que nunca debió llevarse a cabo".

El Gobierno laborista iniciará en septiembre el cobro de unas tasas de 3.000 libras al año (4.500 euros), que el estudiante debería pagar cuando empiece a trabajar. Forma parte del plan para que las viejas universidades comiencen a financiarse y salgan de una crisis más antigua que los hermosos claustros que alberga. "Vamos a la bancarrota y ya no nos podemos financiar", cuenta el venerable John Adkins, profesor ya retirado de física y aún presidente de la Sociedad Musical del Jesus College. "El problema es que los criterios económicos te hacen perder a personas, departamentos y hasta equipos deportivos que tejían la atmósfera tan particular de esta Universidad de Cambridge".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Pero la tradición ya no tiene fondos. Los edificios también se van cayendo y no hay donaciones privadas ni públicas suficientes para sostener el gasto. Obligada por los nuevos tiempos, la universidad ha desempolvado antiguos inmuebles y está abriendo centros comerciales a la última para ingresar más dinero. Pero nada, ni las protestas protagonizadas por los estudiantes ni las franquicias que alquilan los locales les evitarán a partir de septiembre empezar a cobrar por sus estudios. Es por eso que, según los datos que publicaba ayer Financial Times, el 47% de los estudiantes votará a los liberal-demócratas el jueves, frente al 29% que lo hará a favor de Blair. En el círculo de profesores, el voto laborista bajará del 65% que registró en 2001 al 41% actual.

Ann Campbell es la diputada que en 1992 logró conquistar el escaño de Cambridge en la Cámara de los Comunes por sólo 500 votos de diferencia, mientras el conservador John Major se imponía en las generales. En 1997 se vio aupada por la corriente blairista y amplió esa victoria a los 14.000. En 2001 ya sólo fueron 8.000 de diferencia, y esta vez teme lo peor. "Están enfadados por la guerra y quieren expresar su enfado cuando me ven. Yo quiero desviarles a otros temas, hablar de los logros económicos, pero no hay manera. Así que les digo que yo voté contra la guerra", cuenta Campbell mientras hace campaña por uno de los barrios más pobres de la ciudad. "Está siendo muy difícil esta vez. Mucho más difícil". Una chica de cabeza afeitada y tatuajes en los brazos se acerca a la diputada: "Ann, quiero decirte que has hecho un gran trabajo y que has sido estupenda. Pero que voy a votar a los lib-dem". "Pues si no me votas no me volverás a tener", replica la diputada, el gesto cansado. "Correré ese peligro".

Un estudiante confiesa que no va a votar. "Hay gente que muere por el derecho a votar", le dice una militante laborista. "Y otros mueren en Irak por defender su libertad". Los laboristas han hecho un gran esfuerzo por invertir en la educación en este segundo mandato, subiendo el gasto dedicado a esta materia desde un 5% hasta un 5,4% del PIB, y han fijado una enorme cantidad de promesas en su manifiesto electoral: renovar 6.000 colegios, crear 1.500 escuelas secundarias especializadas, 200 academias o mejorar los niveles de matemáticas e inglés en general. Pero los números y objetivos están pasando inadvertidos en una campaña extraña que no está centrada en los programas, sino en la desilusión.

El conservador Michael Howard, acompañado por un camarógrafo ayer en un suburbio cerca de Manchester.
El conservador Michael Howard, acompañado por un camarógrafo ayer en un suburbio cerca de Manchester.AP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_