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Un Gobierno civil termina su mandato en Pakistán por primera vez desde 1947

La violencia política y sectaria se cierne sobre las elecciones, convocadas para el 11 de mayo

Ángeles Espinosa
Un cartel del presidente Asif Ali Zardari en Islamabad.
Un cartel del presidente Asif Ali Zardari en Islamabad.AAMIR QURESHI (AFP)

Los paquistaníes irán a las urnas el próximo 11 de mayo, de acuerdo con el decreto firmado hoy por su presidente, Asif Ali Zardari. El anuncio, que en cualquier otro país sería un mero trámite, marca un hito en la historia de Pakistán. Por primera vez desde su fundación en 1947, un Gobierno civil y elegido democráticamente ha concluido íntegro su mandato de cinco años, y convocado nuevos comicios, sin interferencia militar. Aún así, la normalización en el relevo del poder se ve eclipsada por la violencia política y sectaria que abre dudas sobre la posibilidad de llevar a cabo unas elecciones libres.

“El presidente ha anunciado hoy que las elecciones para la Asamblea Nacional se celebrarán el 11 de mayo”, ha comunicado su portavoz, Farhatullah Babar, citado por la agencia France Presse. El Parlamento ha concluido formalmente su mandato el pasado sábado. Están en juego 272 de sus 342 escaños, que son los que se eligen por sufragio directo. De ellos, 60 están reservados a las mujeres y 10 a las minorías religiosas.

El gobernante Partido Popular de Pakistán (PPP), desgastado por su mala gestión de la economía y su incapacidad para mejorar los servicios públicos, tiene su principal rival en la opositora Liga Musulmana de Pakistán, que dirige Nawaz Sharif (ex primer ministro al que derribó un golpe de Estado en 1999). Pero también hay otros candidatos dispuestos a capitalizar el descontento como el antiguo jugador de cricket Imran Khan, o el ex líder militar Pervez Musharraf, que ha anunciado su regreso desde Dubái para el próximo domingo (a riesgo de ser detenido por el asesinato de Benazir Bhutto, ex primera ministra y esposa del actual presidente).

Sin embargo, el principal reto para Zardari, y para el resto del país, es lograr unas elecciones creíbles que consoliden la frágil democracia paquistaní. Nada más conocerse la convocatoria, el director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth Roth, preguntaba en su cuenta de Twitter: “¿Cómo va a celebrar Pakistán unas elecciones libres con tanta violencia militante y sectaria, y tan poca respuesta del Estado?”.

Roth, como otros analistas, tenía con seguridad en mente los enormes retos que afronta este país nuclear con elevados índices de analfabetismo y pobreza entre sus 180 millones de habitantes. Por un lado, el Estado soporta la insurgencia de los talibanes y otros grupos afines que, a inspiración de los talibanes afganos, intentan derribar al Gobierno e imponer su peculiar interpretación del islam. Tras retirar recientemente su alto el fuego condicional, han amenazado con atacar los mítines electorales del PPP.

Además, la violencia sectaria y criminal se ha disparado en los últimos años hasta proyectar una imagen de Estado fallido. No se trata ya de incidentes aislados sino de crímenes a gran escala, fruto de lo que el periodista Ahmed Rashid califica de “fracaso en abordar una cultura de intolerancia recalcitrante”.

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El ensañamiento contra los chiíes en Quetta ha dejado cuatro centenares de muertos en lo que va de año, casi los mismos que en todo 2012. La persecución de los cristianos en Lahore no ha logrado que se revise la ominosa ley contra la blasfemia que acosa a esa y otras minorías. Mientras, el gangsterismo atenaza Karachi, el principal centro financiero y comercial del país, donde el año pasado murieron 2.284 personas en incidentes violentos, según la Comisión Independiente de Derechos Humanos; alertados, muchos empresarios se están trasladando al más seguro Dubái.

De momento, el gobernante PPP y el principal partido de la oposición tienen hasta el viernes para ponerse de acuerdo en un primer ministro interino que guie el país a través del proceso electoral, algo que no han conseguido al primer intento. Pero sea cual sea el resultado, el mayor reto para ambos será lograr que el Estado no pierda el control del país para que tenga alguna posibilidad de consolidar la democracia.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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