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Los turcos ponen a prueba el poder absoluto del islamismo de Erdogan

El sueño del presidente de situarse al frente de una República presidencialista a través de una reforma constitucional corre el riesgo de desvanecerse en las urnas

Juan Carlos Sanz
Erdogan, durante un mitin en Ankara, el 5 de junio.
Erdogan, durante un mitin en Ankara, el 5 de junio. ADEM ALTAN (AFP)

Los turcos acuden hoy a las urnas en una atmósfera de cambio de tercio, de giro político marcado por la incertidumbre. Por primera vez en 13 años, la victoria por mayoría absoluta del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) no se da por segura en los sondeos para las legislativas. La calculada estrategia del fundador del partido gubernamental y actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, para acaparar el control del poder ejecutivo tras una reforma constitucional ha chocado con la emergencia de una corriente de voto de castigo a su deriva autocrática y a la pérdida de empuje económico. El nacionalismo kurdo, que quiere ganar peso en la escena nacional, aspira a sacar partido de este declive.

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Nadie discute en Turquía que el AKP será hoy el más votado, aunque su actual cabeza de lista, el primer ministro Ahmet Davutoglu, difícilmente alcanzará el listón cercano al 50% de los sufragios con el que Erdogan firmó en 2011 su tercera victoria consecutiva en unos comicios generales. Previsiblemente, Davutoglu podrá volver a formar Gobierno con mayoría simple, incluso con algunos escaños por encima de los 276 que garantizan la mayoría absoluta. Pero el sueño de Erdogan de situarse al frente de una República presidencialista frente al vigente modelo parlamentario corre el riesgo de desvanecerse si se confirma el retroceso en las urnas de su partido, al que las encuestas asignan una horquilla de entre 270 y 278 diputados con menos del 45% de los sufragios.

Recorte de libertades con el AKP al mando

A partir de la tercera legislatura en el poder, el partido islamista AKP incrementó su autoritarismo, restringiendo las libertades, no tanto a través de la aprobación de nuevas leyes como del férreo control de las estructuras del Estado a través de fieles colaboradores.

Justicia. La reforma constitucional aprobada en referéndum en 2010 permitió al Gobierno extender su mano sobre la justicia gracias a la ampliación del número de miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo Supremo de Jueces y Fiscales nombrados por el Parlamento (donde el AKP tiene mayoría absoluta) y por la Jefatura de Estado. Cientos de togados que investigaban los casos contrarios a los intereses del Gobierno han sido relegados e incluso procesados.

Internet. La Autoridad de Telecomunicaciones (TIB) goza cada vez de un poder mayor para restringir el acceso a páginas web sin necesidad de órdenes judiciales. Controlada por representantes favorables al AKP, ha censurado el acceso a redes como Twitter, Facebook o YouTube. 81.181 webs están bloqueadas en Turquía.

Prensa. El país disfrutaba de una gran variedad de medios de comunicación de todos los colores políticos. Sin embargo, el Gobierno ha forzado cambios en las estructuras de propiedad y ofrecido incentivos a los barones mediáticos para que redujesen el tono de sus críticas. Cientos de periodistas han sido despedidos. La apertura de juicios por difamación ha sido otro de los métodos para controlar a periodistas díscolos.

Mujer y familia. Durante el Gobierno del AKP se han disparado los asesinatos machistas: de 83 en 2003 a 294 en 2014, con picos cercanos a un millar en algunos años. Las organizaciones feministas achacan este incremento a las políticas conservadoras de los islamistas. El propio presidente Erdogan ha afirmado que hombres y mujeres "no son iguales". Otros miembros del AKP han asegurado que "las mujeres no deberían reír en público" o que maquillarse es "pecado".

“Turquía solo ha vivido dos elecciones tan decisivas como estas”, apunta Yavuz Baydar, columnista político turco. “La de 1983, en la que los ciudadanos dieron la espalda a los candidatos promovidos por los militares tras el golpe de Estado de 1980, y la de 2002, en la que el AKP expulsó del Parlamento al 80% de las fuerzas políticas que habían sumido al país en una larga década de corrupción y caos económico”, explica. “La corrupción, una vez más, y el autoritarismo, sobre todo, parecen haber dado ahora al traste con la esperanza que supuso la llegada de Erdogan al poder, un modelo para el mundo islámico que intentaba mostrar que el islam puede ser compatible con la democracia y la modernidad”.

Protagonista del cambio

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Ninguna de las dos fuerzas tradicionales de oposición al islamismo puede ser ahora protagonista del giro político en Turquía. El socialdemócrata y laico Partido Republicano del Pueblo (CHP) no supera en los sondeos el 30% de los sufragios ni los 130 escaños. Mientras el ultraderechista y religioso Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) no alcanza el 20% de intención de voto y sus expectativas se sitúan por debajo de los 95 escaños.

“A pesar de sus promesas, el líder histórico del AKP no ha tenido la voluntad real de impulsar una nueva Constitución, ya que la elaborada por la Junta Militar en 1982 para mantener la tutela sobre el poder civil le ha permitido gozar de un amplio margen de control político”, argumenta Akin Özçer, exdiplomático con larga experiencia en Europa y analista político en la prensa turca. Erdogan ganó el pasado mes de agosto con cerca del 52% de los votos los primeros comicios en los que los turcos eligieron directamente a su presidente. Pero los poderes que le atribuye la vigente ley fundamental son básicamente moderadores y representativos.

“El AKP necesita lograr al menos 330 escaños, la mayoría cualificada que permite reformar la Constitución y someter al referéndum de los ciudadanos el modelo presidencialista con plenos poderes que Erdogan quiere asumir”, puntualiza Özçer antes de advertir: “Ahora bien, no será lo mismo un modelo con contrapesos, como la Francia de François Hollande, que un sistema de concentración de poder, como en la Rusia de Vladímir Putin”.

El único dirigente turco que puede evitar que el sueño presidencialista de Erdogan llegue a convertirse en una pesadilla es Selahattin Demirtas, al frente del Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, nacionalista kurdo). Demirtas, que ya estuvo a punto de alcanzar el 10% de los votos en las presidenciales de agosto, aspira a romper hoy ese mismo listón constitucional, que en Turquía permite acceder al Parlamento. De aplicarse en España el mismo porcentaje del 10% de los sufragios nacionales al sistema D’Hondt, tan solo el Partido Popular y el PSOE podrían tener representación en el Congreso, según los resultados de las legislativas de 2011 (e incluso de las europeas de 2014).

Si el HDP supera hoy por primera vez esa barrera puede llegar a sumar más de 60 escaños. Demirtas entrará en la historia del nacionalismo kurdo al tiempo que se convierte en actor determinante de la política nacional, al impedir que el AKP pueda reformar la Constitución. Por ello ha apelado al voto de los indignados turcos que se alzaron contra Erdogan en 2013.

¿Y si el HDP no alcanza el 10%? Entonces Demirtas será historia y su partido se convertirá en extraparlamentario. Y comenzará en cambio una era del sultanato de Erdogan, quien podrá aspirar a sumar dos largas décadas al frente del máximo poder ejecutivo. Más que Mustafá Kemal, Atatürk, fundador de la Turquía moderna.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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