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Washington sopesa anular el plan que atrae a los médicos cubanos

La decisión podría ser un gesto hacia La Habana en momentos en que EE UU se apresta a recibir a miles de refugiados cubanos

Silvia Ayuso
Médicos cubanos charlan a la entrada de un hospital en La Habana
Médicos cubanos charlan a la entrada de un hospital en La HabanaREUTERS

Miles de refugiados cubanos varados desde hace meses en Centroamérica están a punto de cumplir su deseo de llegar a Estados Unidos. Nada más pisar suelo norteamericano, se beneficiarán de la Ley de Ajuste Cubano que les permitirá obtener la residencia al año y un día de estancia en Estados Unidos, una quimera para cualquier otro migrante latinoamericano. La Habana lleva años denunciando esta normativa como un aliciente a la emigración ilegal de la isla. El Gobierno de Barack Obama no lo niega, pero hasta ahora se ha resistido a variar la legislación por miedo a un efecto llamada que provoque una avalancha de migrantes cubanos. 

Sí podría, sin embargo, tener un gesto proporcionalmente pequeño, pero altamente simbólico, hacia La Habana en el todavía largo proceso de normalización de relaciones: poner fin a un programa que, según la isla, incentiva la deserción de médicos y enfermeras cubanos, una de las joyas de la corona de la revolución cubana. La posibilidad está ya en la mesa de negociaciones, según la Casa Blanca.

“En momentos en que estamos revisando la totalidad de nuestra relación en evolución, sentimos que este programa debería ser incluido dentro de los muchos elementos de la relación que deberíamos considerar”, confirmaron en los últimos días a EL PAÍS diversas fuentes del Gobierno estadounidense bajo condición de anonimato.

El alto valor de los médicos cubanos

La salud pública en Cuba no es solo un motivo de orgullo, es un arma política del Estado que ve en los médicos un poderoso elemento de propaganda y, también, de moneda de cambio. Enviar brigadas médicas al extranjero es mucho más que un acto de solidaridad, es una forma de difundir los éxitos de la revolución y, en muchos casos, de pagar en especie las ayudas de aliados a la isla, como el petróleo subvencionado de Venezuela. Si hay algo que siempre molestó al líder histórico cubano, Fidel Castro, fueron las deserciones de deportistas y profesionales. Las de peloteros (jugadores de beisbol) y médicos eran, hasta hace poco, imperdonables. Bien lo sabía Estados Unidos cuando, en 2006, el Gobierno del republicano George W. Bush creó un programa que incentivaba la deserción de médicos destinados en misiones fuera de Cuba al facilitar que solicitaran un permiso para ingresar en Estados Unidos en cualquier embajada norteamericana de un tercer país.

El clamor de Fidel Castro por el Cuban Medical Professional Parole Program, que así se llama el plan, fue inmenso. Y su ira por el “robo de cerebros” no se apagó ni cuando dejó el poder en manos de su hermano Raúl Castro, quien también ha seguido denunciando el programa hasta hoy.

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Tal es el furor que, en un revés a las reformas que han permitido cada vez a más cubanos viajar al extranjero en los últimos años, el Gobierno cubano emitió una orden que, desde el 7 de diciembre, obliga al personal médico a solicitar un permiso cada vez que quieren salir de la isla por “asuntos particulares”. La “preocupación” que hay por la pérdida de estos profesionales llevó a La Habana a perdonar incluso a los médicos que quieran regresar, a los que se promete la “reincorporación” en un puesto similar al que tenían antes de ser “víctimas de las engañosas prácticas del vulgar robo de cerebros”.

Cuba tiene desplegados a más de 50.000 profesionales de la salud, la mitad de ellos médicos, en 68 países. Proporcionalmente, la cifra de beneficiados por este controvertido programa es limitada. Según el Departamento de Seguridad Nacional, el número de profesionales de la salud cubanos cuyo visado ha sido aprobado gracias a este “parole” desde su introducción hace una década, es de 7.117. Pero la cifra, igual que la del resto de cubanos preocupados por el fin de los privilegios para emigrar a Estados Unidos que podría implicar el acercamiento entre Washington y La Habana, se ha disparado en los últimos dos años: 1.259 médicos ingresaron de esta forma en Estados Unidos en 2014 y 1.663 en 2015, cuando Washington y La Habana ya negociaban activamente su deshielo.

La salud, en el centro del deshielo

Los intercambios en materia de salud han sido señalados por los dos países como uno de los puntos de mayor interés en esta nueva etapa política. En septiembre, médicos cubanos fueron invitados por primera vez al buque médico estadounidense USS Comfort, atracado en Haití, para “consultar y discutir oportunidades para una futura colaboración”, destacó Washington.

El programa de parole se interpone sin embargo en este campo.

Según el politólogo cubano Arturo López-Levy, la eliminación de este programa “abriría un espacio inmenso de colaboración de salud en esta coyuntura estratégica para la relación bilateral, y en el plano multilateral entre Cuba y Estados Unidos”. De acuerdo con el experto de la Universidad de Texas-Rio Grande Valley, lo que frena este paso es “esa viga clavada desde el periodo Bush para entorpecer los acercamientos e insultar el esfuerzo humanitario cubano”.

No todos lo ven así. El legislador republicano de origen cubano Mario Díaz-Balart denunció los planes de Washington, adelantados por la agencia Reuters, alegando que este programa “ha sido esencial para que miles de médicos cubanos pudieran escapar el uso que hace el régimen de los Castro del trabajo médico forzado en todo el mundo”. Según las cifras que maneja el legislador floridano, Cuba recibe unos 8.000 millones de dólares anuales por las misiones médicas que envía a todas las partes del planeta “en a menudo condiciones deplorables”.

Para López-Levy sin embargo, eliminar un programa que constituye una “reliquia de la guerra fría”, permitiría probablemente renegociar las condiciones de contratación de médicos cubanos en terceros países.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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