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La guinda al invierno negro del mariscal Al Sisi

La popularidad del presidente egipcio ha declinado en los últimos meses por causas políticas y económicas

El presidente Al Sisi en un acto oficial en el Kremlin (Moscú)
El presidente Al Sisi en un acto oficial en el Kremlin (Moscú)Ivan Sekretarev (AP)

Mientras presidía desde un lujoso yate la flamante inauguración de una ramificación del Canal de Suez el pasado verano ante una pléyade de dignatarios mundiales, las expectativas del mariscal Abdelfatá Al Sisi parecían halagüeñas. Un año después de asumir la presidencia, el raïs egipcio había firmado acuerdos de inversiones multimillonarias con Gobiernos y compañías extranjeras, y predominaba entre las cancillerías ocidentales la impresión de que los militares habían conseguido por fin estabilizar el convulso Egipto posrrevolucionario. Sin embargo, el secuestro de un avión este martes por parte de un marido despechado ha sido la guinda de un auténtico invierno negro para Al Sisi. El futuro del gigante árabe vuelve a suscitar muchas dudas a medida que se erosiona la popularidad de su otrora carismático líder.

El pasado 31 de octubre marcó un punto de inflexión. Cuando aún no se habían apagado los ecos de la matanza por error de 12 miembros de un convoy de turistas mexicanos a manos del Ejército, un avión se estrelló en la península del Sinaí con más de 200 turistas rusos a bordo. Los servicios de inteligencia rusos y estadounidenses concluyeron que el sinistro fue fruto de un atentado, enseguida reivindicado por la filial egipcia autodenominado Estado Islámico. Varias aerolíneas cancelaron sus vuelos hacia la ciudad balneario de Sharm el Sheij, dejando tocado de muerte al sector turístico, uno de los puntales de la economía egipcia.

Tras meses de negar la evidencia e insistir en la hipótesis de un accidente, a finales de febrero Al Sisi dio a entender en un largo y bizarro discurso televisado que el avión ruso fue abatido. Por primera vez desde su meteórico ascenso, el orgulloso presidente mostró una actitud defensiva. “No escuchéis a nadie más que amí. Lo digo muy en serio”, ordenó Al Sisi, que llegó a asegurar estar dispuesto a “venderse” para ayudar a Egipto. Horas después, un sarcástico internauta le ponía a la venda en e-Bay, describiéndolo como un general “usado por sus propietarios (los monarcas del Golfo)”. El discurso fue calificado de “errático” por numerosos analistas, y el historiador Jaled Fahmy llegó a compararlo con el último discurso del dictador libio Moamar Gadafi, presagio de su posterior caída.

Con su plática, Al Sisi pretendía dar respuesta al enojo provocado por los crecientes abusos policiales, uno de los principales detonantes de la revolución de 2011. En los días anteriores, la policía no osó dispersar una concentración en el centro de la capital por parte de miles de médicos en solidaridad con unos colegas torturados, ni tampoco la de centenares de indignados vecinos de un humilde barrio cairota que roderaron una comisaría después de que un agente matara de un disparo en la cabeza a un taxista local a raíz de una discusión sobre su tarifa. Ambas protestas representan una noticia inédita desde el golpe de Estado de 2013, pues desde entonces el Gobierno no había permitido ningún desafío a su autoridad en las calles.

Condena del Parlamento Europeo

La brutal represión policial amenaza incluso con contaminar su privilegiada relación con la Unión Europea. La semana pasada, el Parlamento Europeo aprobó una dura resolución de condena de la tortura y asesinato de Giulio Regeni, un investigador italiano de 28 años, cuyo cadáver apareció una semana después de su extraña desaparición el 25 de enero. Haciéndose eco de una opinión mayoritaria en Italia, la moción sugiere la responsabilidad del ministerio del Interior al afirmar que su muerte “no es un hecho aislado”, sino que se inscribe en un patrón de “torturas y muertes bajo custodia policial y desapariciones forzadas” en el país árabe. De ser cierto, confirmaría la tesis de que la presidencia no posee un completo control de algunas instituciones del Estado.

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Como colmo de una coyuntura endiablada, la caída de las divisas obtenidas del turismo y el hecho de que no se haya concretado la anunciada lluvia de inversiones extranjeras ha forzado al Ejecutivo a aceptar una brusca devaluación de un 13% de la libra egipcia frente al dólar. La decisión, que encarecerá notablemente el coste de la vida, puede augmentar el malestar entre la población. No en vano, se calcula que hasta un 40% de los egipcios viven con menos de dos dólares al día.

“Dadas las circunstancias, es imposible medir la popularidad de Al Sisi. Las encuestas no son fiables. Pero me parece obvio que su popularidad va a la baja”, sostiene el politólogo egipcio Mustafá Khalil. “A la vista de algunas campañas en los medios, no está claro si cuenta con el pleno respaldo de todos los cuerpos estatales (el Ejército, los servicios de Inteligencia, Interior)”, agrega Khalil, que previene ante cualquier pronóstico sobre el futuro de un país que se ha mostrado impredecible desde la caída de Hosni Mubarak.

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