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Reportaje:La ofensiva de los talibanes

Los talibanes se hacen más fuertes

El ataque contra el hotel Serena pone a los civiles extranjeros en el punto de mira - Los integristas afganos mejoran sus tácticas y siembran el miedo en Kabul

El ataque suicida con ametrallamiento del lunes contra un hotel de lujo en Kabul frecuentado por occidentales (ministros de visita, diplomáticos, funcionarios, colaboradores locales) marca un hito y eleva drásticamente el listón del desafío talibán a los planes de la comunidad internacional de estabilizar Afganistán. Es la primera vez que los talibanes atentan directa, masiva y efectivamente contra la presencia civil extranjera en el país, que se ve convertida a partir de ahora en diana.

"El ataque fue muy profesional y bien planificado", opina un diplomático
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El asalto perfectamente planificado y coordinado contra el emblemático hotel Serena, protegido por altos muros y sito en las inmediaciones del palacio presidencial, costó la vida al menos a siete miembros de la comunidad internacional y allegados. El golpe se produce al comienzo de un año en el que se va a incrementar la actividad militar aliada. Estados Unidos confirmó ayer el envío de 3.200 marines adicionales al país asiático.

La OTAN analizará hoy el nuevo reto talibán, del que fue testigo el ministro noruego de Exteriores, Jonas Gahr Stoere, de visita oficial en Kabul para manifestar su apoyo a Hamid Karzai, un presidente que está lejos de responder a las expectativas de capacitación que en él había depositado la comunidad internacional.

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El Gobierno noruego asegura que el golpe no afecta a su voluntad de seguir sosteniendo a Afganistán con 500 soldados. "El ataque es algo muy preocupante, al representar un intento deliberado de atacar a los extranjeros y a los civiles afganos que trabajan a favor de Afganistán", señala en un comunicado el representante adjunto de Naciones Unidas, Bo Asplund.

El año pasado vio un número récord de ataques suicidas, que llegaron a casi centenar y medio en todo el país, y costaron también un número récord de vidas civiles y militares, pero es la primera vez que los talibanes atentan exclusivamente contra civiles extranjeros. Frente al coche bomba hecho estallar al paso de una caravana militar o el ataque suicida contra instalaciones castrenses o policiales en zonas pobladas, lo del lunes fue un ataque quirúrgico de comando contra objetivos blandos.

"Esto va a tener un gran impacto sobre la percepción de lo que es ser occidental en Kabul. Pero mucho más grave es el tipo de ataque, porque pareció bastante profesional y muy bien planificado", declaró a Reuters un diplomático occidental en Kabul.

En los últimos tres años, el poder de los talibanes se ha incrementado enormemente. De prácticamente no tener respaldos y seguidores, han pasado a ser un grupo influyente que muchas veces media en las disputas de las aldeas y pueblos en buena parte del territorio afgano. Aparte de esto, dominan el creciente negocio del opio, su principal fuente de financiación.

El tráfico de opio también empaña el propio Gobierno del presidente Karzai, presionado por la comunidad internacional para que desenmascare a aquellas personas cercanas a los círculos gubernamentales con estrechas relaciones con el narcotráfico. Son justamente el negocio del opio y la corrupción que genera los principales desafíos internos del Gobierno de Kabul.

El ataque se lo atribuyeron los talibanes, pero el golpe tenía hechuras que trascienden el voluntarismo ciego de anteriores operaciones. Uno de los miembros del comando fue capturado cuando huía hacia las zonas tribales de Pakistán, al este de Afganistán, convertidas en semillero y área de entrenamiento de una variada mezcolanza de extremistas islámicos de distinta procedencia (chechenos, rusos, uzbekos, paquistaníes, pastunes...) alzados contra la presencia occidental en Afganistán. No hace mucho, un paquistaní de 14 años intentó acabar en un ataque suicida con un gobernador afgano colaborador de las fuerzas de Estados Unidos.

Las zonas tribales paquistaníes de los Waziristanes están fuera del control efectivo del Gobierno de Islamabad, pese a los alrededor de 90.000 hombres movilizados por el general Pervez Musharraf con ese objetivo teórico, y son vigiladas y atacadas por parte de aviones no tripulados que Estados Unidos mantiene en Afganistán en su operación antiterrorista Libertad Duradera.

Son áreas donde extremistas creados y alimentados en el pasado por Pakistán para luchar con los soviéticos en Afganistán (con apoyo de EE UU) y contra la India en Cachemira, han crecido hasta convertirse en grupos fuera de control. Los servicios secretos aliados creen que Osama Bin Laden podría estar oculto en esa zona. En el sur, la permeabilidad de la frontera afgano-paquistaní es otro quebradero de cabeza para los aliados.

EE UU exige mayor compromiso militar

Jaap de Hoop Scheffer, secretario general de la OTAN, mantiene que 2008 debe ser un año de consolidación del esfuerzo militar y civil para la reconstrucción afgana. "En varios frentes me gustaría avanzar más: en la lucha contra el narcotráfico; en la gobernabilidad del país, sobre la que el Gobierno debería hacer más; en la capacidad de mantener el terreno una vez se expulsa del área a los talibanes...", declaraba la semana pasada en Bruselas. "La respuesta en Afganistán no es militar, sino civil".

Contra esa estrategia de incrementar la presencia civil para posibilitar los prometidos estabilización y desarrollo de Afganistán han abierto la veda los talibanes, que con el espectacular asalto al Serena han querido mostrar a la población local y a la comunidad internacional que están lejos de ser borrados del mapa.

Los aliados mantienen que seguridad y desarrollo son dos caras de la misma moneda en Afganistán y que la una no puede existir sin la otra. Este golpe alienta a Robert Gates, secretario de Defensa de Estados Unidos, que insiste, como también lo hace Scheffer, en la necesidad de poner los máximos medios para limpiar y conservar el terreno ganado a los talibanes, mientras llega el momento de que el Ejército afgano pueda hacerse de cargo de la misión.

Washington va a enviar próximamente a Afganistán más marines para dar ejemplo de compromiso a unos aliados que a duras penas refuerzan sus dispositivos. El secretario general valora calurosamente la oferta polaca de desplegar ocho helicópteros (el instrumento de combate y transporte más preciado y difícil de conseguir para Afganistán) y 400 soldados más.

A los marines, un millar de los cuales se dedicarán a tareas de formación del incipiente Ejército afgano, se suman los alrededor de 27.000 soldados norteamericanos ya desplegados en el territorio. La mitad de ellos está adscrita a los 40.000 soldados de la fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, que comanda la OTAN) y la otra lleva a cabo la Operación Libertad Duradera.

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