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Argentina se mira en el espejo de la campaña brasileña

Rousseff ganó con la idea de que iban a quitar las ayudas a los pobres, Scioli sigue el camino

El candidato a la presidencia de Argentina Mauricio Macri.
El candidato a la presidencia de Argentina Mauricio Macri.EITAN ABRAMOVICH (AFP)

Argentina y Brasil han tenido casi siempre sus destinos unidos. Los dos gigantes de Sudamérica compiten por el liderazgo económico y político pero a la vez tienen tantas conexiones que todo lo que sucede en un país afecta al otro. Los dos han vivido casi a la par la explosión de la era dorada de la izquierda latinoamericana. En Brasil, por poco, Dilma Rousseff y el PT consiguieron conservar el poder en la segunda vuelta en 2014. Y lo hicieron entre otras cosas con una campaña sucia durísima en la que señalaban a los pobres que si ganaba Aecio Neves volverían los 90 y les quitarían los planes sociales. En Argentina, un Daniel Scioli con problemas pero aún con posibilidades de ganar el 22 de noviembre, está siguiendo la misma estrategia, aunque con tonos algo más suaves.

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El equipo de Scioli y el propio candidato concentran sus mensajes en la idea de que con Mauricio Macri, el otro contendiente, llegará el ajuste y el pasado de los temidos 90, que desembocaron en la crisis de 2001, la mayor de la historia reciente Argentina. El candidato oficialista ha llegado a decir que con Macri se volverá a “la etapa en la que los científicos se iban a lavar platos”. Inmediatamente el entrevistador le recordó que mientras Macri en los 90 estaba fuera de la política –dirigía el club de fútbol Boca Juniors- él era un diputado fichado por Menem que aprobaba y defendía las políticas de privatizaciones. Scioli cambió de tema pero su campaña está concentrada en ese punto: convencer a la gente de que Macri supone un ajuste y él no.

“Ellos van a devaluar, van a sacar los subsidios, dicen que no hay margen para subir salarios. Ellos creen que la economía se ordena con el ajuste, nosotros creemos en el papel del Estado”, insiste Scioli. “Me ha decepcionado, pensé que Scioli era una buena persona. No lo imaginé en una campaña tan calumniosa. No venimos a quitarle el plan a nadie, ni estamos en contra de la política universitaria, ni contra la ciencia, intentan asustar porque han perdido la capacidad de entusiasmar”, le contesta Macri.

En el equipo de Scioli admiten en privado que han mirado con mucho detalle lo que pasó en Brasil. Creen que una campaña tan fuerte como la brasileña sería impensable en Argentina porque se volvería en contra. “Hay que tener cuidado de no convertir a Macri en una víctima”, señalan. Pero también saben que el mensaje del ajuste que viene con el líder de la oposición es el más eficaz para las clases medias y sobre todo bajas. “La única posibilidad que Scioli tiene de ganar es concentrándose en el conurbano de Buenos Aires y en el Norte, entre los que han votado a Massa en los barrios populares porque querían un cambio pero no querían a Macri porque les da miedo. Ahí está su campaña”, señala uno de los que mejor conoce al electorado massista.

Hay que tener cuidado de no convertir a Macri en una víctima Dicen desde la campaña de Scioli

Todos miran a Brasil. Tanto que en Buenos Aires se ha extendido la idea de que Joao Santana, el publicista estrella de las campañas de Lula y de su partido, el PT, está trabajando para Scioli. Desde el equipo del candidato lo niegan rotundamente y el propio Santana también lo desmiente. Los macristas están convencidos de que sí pero no aportan ningún dato que lo pruebe. Santana fue decisivo para la reelección de Rousseff en 2014, con una campaña muy polémica. A finales de agosto de 2014, las encuestas mostraban a la presidenta empatada con Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB). Santana pasó al ataque. En un vídeo de apenas 30 segundos, se veía a una familia cenando y un grupo de banqueros reunidos. “Marina quiere que el Banco Central sea autónomo”, decía el locutor. Mientras los banqueros estaban cada vez más felices en su mesa, la comida desaparecía de los platos de la familia. “Esa es la consecuencia”, decía el anuncio. La discusión en Argentina ahora es similar: Macri quiere dar más autonomía al Banco Central y liberar el tipo de cambio, Scioli no.

Ese vídeo de Santana fue blanco de críticas muy duras. Pero la campaña logró que Silva, la rival que más temía, no pasara a la segunda vuelta. Dilma ganó con el 41% (Scioli se ha quedado en un 37%) frente a Neves con un 33% (Macri llegó al 34%). A partir de ese momento, como está sucediendo en Argentina, la campaña del PT se concentró en recordar los 90, cuando el PSDB, el partido de Neves, gobernó. Rousseff insistía: el partido de Neves quebró el país, dejó desempleo alto, pérdida de poder de los salarios, no apoyó a los más pobres. Exactamente el discurso de Scioli. La presidenta ganó por la mínima; 51,6% a 48,3%.

Irónicamente, Rousseff prueba hoy, un año después de su reelección, el veneno que Santana insertó en sus mensajes. Cerrará 2015 con una caída del PIB del 3% y un millón de brasileños desempleados. Ahora arrastra una fama de traidora por haber mentido en la campaña que complica mucho su imagen. Los argentinos, tanto los de Macri como los de Scioli, están viendo su ejemplo para tomar ideas pero también para no repetir errores.

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