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La UE retrasa proyectos sensibles para Reino Unido hasta que pase la consulta

El nuevo sistema de asilo, los visados turcos y la integración militar se dilatan

Lucía Abellán
Cruasanes y tazas con el lema de la campaña que defiende la permanencia de Reino Unido, en la mesa que ha utilizado este jueves David Cameron para una entrevista televisiva.
Cruasanes y tazas con el lema de la campaña que defiende la permanencia de Reino Unido, en la mesa que ha utilizado este jueves David Cameron para una entrevista televisiva.GARETH FULLER (AFP)

Europa contiene el aliento ante lo que puede convertirse en su primer repliegue en casi 60 años de historia: la salida de Reino Unido. Para restar argumentos a los partidarios de abandonar la UE, las instituciones comunitarias han retrasado proyectos que se consideran sensibles en la votación británica. Se trata de evitar que Bruselas irrumpa en plena campaña como un gran regulador, con competencias que los defensores del no a la Unión consideran invasivas. La reforma del sistema de asilo, con un nuevo mecanismo que permita repartir a refugiados entre los Estados miembros cuando uno de ellos afronte una crisis, es el ejemplo más paradigmático de retrasos deliberados.

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Las agendas europeas llevan semanas bloqueadas o alteradas por el temor al Brexit, el abandono de Reino Unido del club al que accedió en 1973. Algunos de esos dosieres aguardan en el cajón de la Comisión Europea (la institución que tiene el derecho de iniciativa) hasta que pase el referéndum. Otros han superado ese primer filtro y se encuentran atascados en el Consejo Europeo (representa a los Estados miembros) o –en menor medida- en el Parlamento, según corroboran distintas fuentes consultadas en las tres instituciones.

El caso más rotundo es el de la reforma del sistema de asilo. Por si a las instituciones comunitarias les pasaba desapercibido el riesgo de tramitar este proyecto en medio de la campaña británica, el primer ministro David Cameron pidió personalmente a la Comisión que lo pospusiera. Pero cualquier pieza que se mueve en Bruselas altera el delicado equilibrio entre instituciones. El Ejecutivo comunitario necesitaba presentar esta reforma a la misma vez que la liberalización de visados para Turquía, clave para el cumplimiento del pacto migratorio. Y para persuadir al Parlamento Europeo de que acelerara la exención de visado para los turcos, la Comisión presentó ambas iniciativas –la del asilo, más del agrado de la Eurocámara- conjuntamente.

Turquía como rehén del ‘no’

El resultado es que las dos han quedado alteradas por la consulta británica. El debate del asilo solo se producirá después del 23 de junio. Los ministros del Interior lo rehuyeron en su reunión del pasado 10 de junio, pese a que el comisario de Migración, Dimitis Avramopoulos, aprovechó ese encuentro para exponerles la propuesta, que defiende diseminar a los refugiados llegados a un país cuando sobrepasen un determinado nivel. La reubicación solo podría eludirse pagando una onerosa multa.

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Tampoco estará listo en la fecha prevista el fin de los visados para los turcos que viajen a la UE. Aunque en este retraso influyen también otros motivos (los recelos del Parlamento y también de algunos gobernantes a tender la mano a Turquía en un momento de represión en ese país), la cuestión británica condiciona las agendas. Porque la campaña del no ha tomado el control de fronteras como una de las principales causas para salir de la Unión. Se trata de un argumento erróneo y manipulado. Reino Unido no participa en Schengen y, por tanto, no se ve afectado por ninguna decisión que se aplique en el ámbito de libre circulación. Si los países que integran ese espacio retiran o no los visados a los turcos no tiene impacto en Londres, pero el discurso político ha convertido a Turquía en una de las supuestas amenazas a la soberanía británica.

De entre las iniciativas que no han visto la luz en la Comisión figura una norma para coordinar mejor los sistemas de Seguridad Social nacionales. Con la mal llamada inmigración europea (trabajadores de otros países de la UE) como principal motor de la consulta británica, Bruselas no quiere despertar el más mínimo recelo por ese flanco. Sí que ha presentado ya una iniciativa para equiparar las retribuciones de los trabajadores desplazados por su empresa de un país europeo a otro, de manera que sus condiciones sean equivalentes a las que rigen en el territorio de destino y no compitan deslealmente con los trabajadores locales. El texto está en manos del Parlamento y del Consejo, sin que haya tenido apenas visibilidad.

La presentación del presupuesto europeo para el año próximo –en Londres levanta ampollas cualquier debate sobre la financiación comunitaria- y un proyecto para potenciar la coordinación en defensa –también tabú para los británicos- completan la lista de dosieres desplazados por el calendario británico. La alta representante para la Política Exterior Europea, Federica Mogherini, lleva meses preparando discretamente este plan, que algunos medios británicos conservadores ya han definido como la semilla de un futuro ejército europeo. La verdadera pretensión se limita a alcanzar una mayor integración militar entre Estados.

El documento sobre defensa se someterá a discusión de los jefes de Estado y de Gobierno en la próxima cumbre, el 28 y 28 de junio, una vez transcurrida la votación en Reino Unido. Es muy improbable que el servicio diplomático europeo decida divulgarlo antes. El riesgo de movilizar a los ya muy activos partidarios de despedirse de la UE es demasiado elevado.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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