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El país de la crisis creciente

La vieja guardia política y el parón económico frenan cualquier intento de modernización de Japón

Tras protagonizar la mayor transición en la historia democrática del país, Yukio Hatoyama aguantó solo ocho meses como primer ministro. Nadie en Japón se sorprendió cuando anunció su dimisión el pasado miércoles. Hatoyama es el cuarto jefe de Gobierno consecutivo que renuncia desde 2006. Una preocupante tendencia que viene de lejos. Tras el estallido de su burbuja hace 20 años, la segunda economía del mundo no ha levantado cabeza pese a que el país ha encadenado desde entonces 16 primeros ministros.

La mayoría de esos dirigentes pertenecían al conservador Partido Liberal Demócrata (PLD), afianzado en el poder desde la posguerra gracias al crecimiento económico y al miedo a la amenaza comunista. "En los noventa todo cambió y el PLD perdió su sentido. Sus innumerables facciones se enzarzaron y comenzaron los cambios de gabinete; destituciones forzadas por los grupos del propio partido", señala el periodista y analista Hiroaki Idaka.

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Hartos del infructuoso desfile, los japoneses acabaron en 2009 con medio siglo de reinado del PLD apostando por Yukio Hatoyama y su Partido Democrático de Japón (PDJ). Pero el hombre destinado a remodelar el país con sus ambiciosas promesas no ha tardado en despeñarse. Los compromisos incumplidos hundieron su popularidad y de nuevo, el partido forzó su destitución. "Los políticos nos hacen creer que lo resuelven todo con estas purgas, pero en realidad los japoneses estamos cada vez más lejos de la toma de decisiones". Así reacciona Hitomi Wakamatsu, socióloga de 22 años, al enterarse de que el nombramiento de Naoto Kan como primer ministro ha aupado al DPJ en las encuestas para las elecciones a la Cámara alta en julio. Idaka atribuye estas repentinas subidas de popularidad a la inmadurez del electorado, "que sigue viendo a los políticos como actores o gente famosa". Algo lógico, teniendo en cuenta que un japonés medio no puede seguir un panorama político donde a cada rato un ex ministro o ex jefe de Gobierno se escinde de su formación y funda un nuevo micropartido que al poco desaparece, se fusiona con otro o acaba siendo reabsorbido por el PLD o el PDJ.

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Muchos creen que el nuevo primer ministro, Naoto Kan, de 63 años, puede acabar con esta inestabilidad institucional y reducir la distancia entre ciudadano y dirigente. "Hatoyama era como los últimos líderes del PLD; alguien sin talento que se valía de su dinero y su apellido. Kan, en cambio, no procede de una familia de políticos. Es un político de verdad. Con ideas", apunta Idaka.

A Kan le aguarda una tarea titánica. De entrada, debe reducir el gigantesco déficit del país, que duplica el PIB nacional. Para ello debe conciliar a las seis facciones del DPJ, que hasta ahora no han acordado la reforma fiscal ni la subida del IVA que el propio Kan defendió como ministro de Finanzas. La reforma de la Seguridad Social y las pensiones también urge en uno de los países más longevos del mundo y con una natalidad insignificante. En este sentido, Hatoyama solo aprobó durante su mandato un cheque-bebé pésimamente recibido. "Necesitamos guarderías públicas y más cobertura. Los que queremos hijos sabemos que un cheque no cambia el que tener un niño en este país sea un sacrificio monumental", esgrime Satsuki Murai, administrativa de Osaka de 28 años.

Flexibilizar la restrictiva política de inmigración de Japón -donde solo hay un 1% de extranjeros- para estimular la fertilidad es algo que no contemplan ni Kan ni el resto de la clase política amparándose en lo que los nipones dicen en las encuestas: que un mayor número de extranjeros dispararía la criminalidad de su pacífica sociedad.

"Muchos jóvenes apenas salimos adelante y no queremos sustentar a los que hundieron la economía de este país. Heredamos el problema y ninguna solución", protesta Yuki, periodista de 30 años. Pese a licenciarse en una buena universidad y hablar inglés y mandarín, sobrevive a duras penas como autónomo y no ha tenido nada de lo que el modelo gestado por la generación de sus padres prometía. "Te decían, estudia mucho e irás a una buena universidad, te contratarán de por vida, tendrás una casa en propiedad y formarás una familia. Eso se acabó". Yuki por lo menos puede alquilar un apartamento de 15 metros cuadrados en Tokio a diferencia de los miles de jóvenes con contratos basura que viven pernoctando en los cibercafés por 12 euros la noche. Ellos son, junto a un gran número de madres solteras y ancianos con pensiones míseras, los pobres de Japón: 19 millones de personas (uno de cada seis japoneses), según el Gobierno.

La tasa de paro se mantiene en torno al 5%, la más alta desde la posguerra, y ni aun así parece reflejar la realidad del país. Por ello, señala Idaka, "la otra tarea indispensable para Kan es crear empleo de calidad. De lo contrario, todo irá a peor".

Naoto Kan saluda tras ser elegido primer ministro de Japón el viernes pasado.
Naoto Kan saluda tras ser elegido primer ministro de Japón el viernes pasado.AP

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