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EL OBSERVADOR GLOBAL
Columna
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¿Vienen guerras en Asia?

Moisés Naím

Cuando pensamos en Asia pensamos en éxito económico, no en guerra. Los tigres asiáticos son esos países del Lejano Oriente que en menos de una generación se transformaron en potencias admiradas y temidas por el resto del mundo. No por su fuerza militar, sino por su poder económico. La actual crisis ha confirmado esta percepción. Mientras muchas de las más avanzadas economías del mundo crujen, las de Asia crecen.

Pero la prosperidad no es lo único que crece en Asia. También arrecian los vientos de guerra. Este no es un riesgo hipotético. Es una realidad. Sabemos, por ejemplo, que la guerra en Afganistán es la más larga en la historia moderna. Y que, en la última década, India y Pakistán ya tuvieron dos crisis militares que no desembocaron en una guerra abierta solo gracias a la firme intervención de otros países. India ha desarrollado una nueva doctrina militar que en vez de tener como única prioridad la defensa territorial, también incluye como objetivo el responder con ataques veloces y precisos contra los grupos terroristas en cualquier parte de la geografía de su vecino en caso de un atentado originado en Pakistán. El reto de esta doctrina -cuya existencia India niega- es que los ataques no provoquen una respuesta nuclear paquistaní, lo cual obligaría a Nueva Delhi a contestar en similares términos. Estamos hablando de una posible conflagración nuclear entre dos países misérrimamente pobres, donde viven uno de cada seis habitantes del planeta. India y Pakistán no son las únicas potencias nucleares asiáticas: China y Corea del Norte también forman parte del club. El problema de la nuclearización asiática no es solo el peligro de que las armas atómicas se usen en conflictos regionales, sino la propensión a exportar esta tecnología. Pakistán y Corea del Norte han estado más que dispuestos a vender sus bombas al mejor postor. Corea del Norte mantiene más de un millón de soldados en armas y cientos de misiles apuntando a Seúl y otras grandes ciudades. Hace unos meses, un torpedo norcoreano hundió un buque de guerra surcoreano.

Entre 2002 y 2009, seis de los diez mayores compradores de armamento fueron países asiáticos
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Los mares de Asia parecen estar llenos de islotes cuya soberanía es reclamada por varios países. Seúl disputa las islas Dokdo a Tokio, que a su vez reclama a Moscú las Kuriles. China y Vietnam se pelean por las Paracel (donde en 1974 las fuerzas navales de los dos países lucharon a cañonazos). Las islas Spratly son reivindicadas por China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Indonesia y Brunei. En 1998, navíos de las marinas china y japonesa se enfrentaron por el control de uno de esos islotes y hubo 70 muertos entre sus efectivos. Recientemente, la colisión de una patrullera japonesa y un pesquero chino en las aguas en disputas produjo una severa represalia económica de Pekín.

Pero en Asia los conflictos armados dentro de los países son aún más frecuentes y mortales que los internacionales. En Sri Lanka ha terminado una guerra civil de 26 años entre los tigres tamiles (que pusieron de moda el terrorismo suicida) y el Ejército, que ha dejado decenas de miles de muertos. Timor Leste, Filipinas, Tailandia, Indonesia, Bangladesh, Nepal, Myanmar o Tíbet son algunas de las "zonas calientes" donde el conflicto armado es parte de la realidad cotidiana, o está muy latente y puede estallar en cualquier momento. Asia encabeza la lista de las regiones importadoras de armas: entre 2002 y 2009, China, India, Taiwan, Corea del Sur, Pakistán y Singapur fueron 6 de los 10 mayores compradores de armamento.

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Y luego está China...

Su presupuesto militar crece al 10% cada año. Tiene ya la segunda marina de guerra más grande del planeta y una fuerza aérea que para 2020 será una de las más poderosas. Un reciente informe de EE UU asegura que "China cuenta con la fuerza de misiles de corto alcance -300 a 600 kilómetros- más numerosa y letal del mundo". Solo frente a Taiwan tiene instalados más de 1.000 de estos cohetes. Sus misiles de gran alcance pueden neutralizar las bases estadounidenses en Japón y Corea del Sur, y parece que ya tiene armas capaces de hundir a los superportaaviones norteamericanos. China también ha logrado enormes avances en su capacidad para la guerra electrónica y el uso bélico de Internet.

La historia demuestra que cuando un país (léase China) aumenta notablemente su poderío militar, tanto sus vecinos (léase India), como rivales más lejanos (léase EE UU) no se limitan a observar pasivamente su ascenso. Harán lo posible por ajustar el equilibrio militar. En los próximos años esta dinámica nos afectará a todos tanto o más que las guerras de divisas, los déficits fiscales y las crisis financieras. mnaim@elpais.es

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