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La guerra en Siria, cada vez más sectaria y violenta

Islamistas radicales ejecutan a hombres del régimen en la única ciudad bajo control rebelde

Un rebeldes posa tras regresar del frente en Alepo en agosto.
Un rebeldes posa tras regresar del frente en Alepo en agosto.Muhammed Muheisen (AP)

"En las prisiones conoces a muy buena gente, son todos activistas, ahora mis mejores amigos son presos que conocí allí". Mohammed Abdel Aziz, un activista de 24 años, decidió que lo mejor era tomarse con humor el maltrato que sufrió como preso del régimen sirio del presidente Bachar el Asad.

Aziz fue detenido a finales de febrero en Raqqa. Los policías le robaron todo lo que llevaba, desde el dinero, el teléfono y la cámara de fotos hasta los zapatos y la chaqueta, y lo llevaron a la sede de la Inteligencia militar. Era su tercer arresto desde el inicio del conflicto hace más de dos años, así que Aziz ya sabía lo que le esperaba, según contó a este diario el mes pasado en Raqqa.

Pasó varios días con otros 10 presos en una celda de unos cuatro por cuatro metros. Apenas tenían agua ni comida. Y varias veces lo condujeron a otra sala donde fue interrogado y recibió palizas. A veces, los guardas usaban descargas eléctricas. Otras, le ataban los tobillos, alzaban sus piernas y le apaleaban las plantas descalzas. Y aun otras, lo sentaban sin ropa en un neumático y cuatro o cinco guardas le pegaban con palos y cables gruesos.

La organización pro derechos humanos Human Rights Watch (HRW) tuvo acceso a las sedes de los servicios de Inteligencia de Gobierno en Raqqa y ha reunido pruebas que coinciden con testimonios como el de Aziz.

"Los documentos, celdas, salas de interrogatorio e instrumentos de tortura que vimos en las instalaciones de seguridad del Gobierno casan con las torturas que antiguos presos nos han descrito desde el inicio de las revueltas en Siria", afirmó Nadim Houry, vicedirector para Oriente Medio de HRW.

En esta ocasión, Aziz y los demás presos tuvieron suerte y, a principios de marzo, fueron liberados por miembros del Ejército Libre de Siria (ELS), que, junto a otras milicias rebeldes, había expulsado de la ciudad a las fuerzas del régimen.

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En lo que podría ser un indicio de lo que ocurriría si cayera el Gobierno de El Asad, Raqqa se convirtió así en la primera gran ciudad del país tomada y controlada por los diferentes grupos rebeldes: el ELS, varias milicias islamistas moderadas y el Frente al Nusra, radical y aliado con Al Qaeda.

La alegría de la mayoría de sus habitantes por la "liberación" de la ciudad, tal y como la describían hace unas semanas, ha dado paso a una situación mucho más compleja y peligrosa. La guerra es cada vez más sectaria y cruel.

Por su lado, aviones del Gobierno disparaban ocasionalmente contra zonas civiles y el 2 de mayo al menos nueve personas murieron en un bombardeo captado en vídeo y según confirmó entonces otro activista desde Raqqa.

Pero también han aparecido vídeos en los que un grupo rebelde islamista radical ejecuta sumariamente a tres supuestos representantes del régimen. Los rebeldes, que se presentan como el Estado Islámico de Irak y de la Gran Siria, un grupo que habría surgido de la unión de Al Nusra y Al Qaeda en Irak, disparan en la cabeza a tres hombres en una plaza de Raqqa. Según los islamistas, sería como represalia por la matanza de suníes unos días antes en la localidad de Baniyas, en el oeste del país y de mayoría alauí, la secta chií del presidente El Asad. Por su parte, los rebeldes están formados en su mayoría por suníes.

Además, la frágil unidad de los rebeldes en Raqqa frente a El Asad también podría estar resquebrajándose. Dos comandantes de dos brigadas del ELS, en su caso islamistas moderados, han sido asesinados en los últimos días. En ambos casos, tres hombres enmascarados dispararon a las víctimas en sus propios coches y se dieron a la fuga, según algunas informaciones.

La guerra se inició en marzo de 2011 tras la respuesta violenta del régimen a una serie de manifestaciones mayoritariamente pacíficas, en las que miles de personas exigían reformas democráticas al Gobierno. Ante la deriva del conflicto, activistas como Aziz se replantean hoy su sentido.

¿Habría sido mejor que no hubiera habido una revolución? "No, quizá, bueno, no hay respuesta: teníamos este régimen, una revolución era necesaria", contesta Aziz. "A veces, sí pienso que si hubiese empezado cinco años más tarde, entonces podríamos habernos organizado mejor, pero no es así como funcionan las revoluciones".

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