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Francia vota hoy al candidato sin nombre

La prensa francesa llama unánimemente a votar a favor de la República frente a la ultraderecha

Las elecciones presidenciales francesas se van a dirimir hoy con la segura victoria de un candidato que formalmente no puede presentarse y que se llama Francia -como lo calificaba ayer Le Figaro- o La Republica -denominación preferida de Le Monde y Libération-, porque cualquiera que sea el nombre en los boletines de voto, el que va a ganar es siempre el otro, el que se presente contra el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen. Jacques Chirac, presidente saliente de la V República, va a obtener un resultado que ni en sueños podría haber imaginado -se da por seguro que arriba del 70%- porque el país correctamente democrático se va a volcar a votarle. El jefe del partido gaullista ha jugado estos días el papel de gran conciliador, del que reagrupa lo mejor de Francia, pero no ignora que aunque hubiera recitado en sus últimos mítines el listín telefónico el balance sería virtualmente el mismo.

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El sociólogo Emmanuel Todd afirma, aún más, que el hecho de que Chirac sea un candidato despreciado por la izquierda facilita las cosas; el problema se presentaría 'si se tratara de alguien realmente presentable, que pudiera hacer pensar que se le votaba a él'. Contrariamente, 'Chirac no participa en estas elecciones, aunque su nombre esté en la papeleta, y la izquierda le vota sabiendo que nadie puede creer que haya la más mínima preferencia personal'. Por añadidura, los cinco años de mandatos que se va a agenciar son los de un más que probable fin de reinado, puesto que, con 75 años, cuando concluya su segundo periodo habrá dado término a su carrera política, y la izquierda lo único que habrá hecho es votar a un presidente cuya jubilación se demora simplemente un quinquenio.

Le Figaro publicó el viernes la última encuesta donde los resultados se inflexionan, sobre una anterior de principios de semana, contra Le Pen. De 22% baja a 21%, pero el extremo inferior de la horquilla cae hasta el 18%. Si este último fuera su acopio de sufragios se habría producido un retroceso del dirigente xenófobo, puesto que su aspiración mínima tiene que ser el 16,9% que obtuvo en primera vuelta, más el 2% largo de su antiguo hombre de confianza y hoy empresario autónomo del extremismo, Bruno Mégret, con lo que orilla el 20%.

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En conseguir que no llegue a esa cosecha de votos, avergonzando preventivamente a todo el que ose votar Le Pen, se han empleado a fondo los medios de comunicación analógicos, digitales y en frecuencia modulada. Todos se han aplicado a ello, en ocasiones produciendo la más indigesta algarabía entre información y opinión, es decir, haciendo que la segunda devorara a la primera, y dando, así, alguna razón al líder del FN cuando afirma, falsamente lastimero, que es una víctima. Víctima, sin embargo satisfecha, porque ésa ha sido su campaña. Dice haber distribuido '400 productos publicitarios diferentes', vehiculados en '10´ o 12 millones de muestras' desde folletos y libritos a CD-ROM, pero su éxito se debe a su inteligente contoneo como jefe de los marginales, aislado, en sus propias palabras, 'por el partido único del establishment, como el rumano Ceaucescu'. Todd no es el único que dice que esa cobertura de combate ha sido contraproducente, porque le ha dado aire en vez de asfixiar a Le Pen.

Un ex ministro, próximo a Jean-Pierre Chevènement -la izquierda soberanista descalabrada el pasado día 21- cree que la debacle comenzó a fraguarse en 1983. Era el primer Gobierno del socialista Mitterrand y los pésimos resultados económicos de una acción de izquierda clásica para la redistribución de la riqueza indujeron a 'iniciar el desmantelamiento del Estado-Providencia, lo que desencadenó la fractura social que hoy vivimos, y el país se dividió en integrados y marginados, con un ciclo infernal para estos últimos de flexibilidad del empleo, precariedad, paro y exclusión'. La progresiva instalación de un ethos neoliberal ha hecho que las presidenciales no se hayan librado este año tanto entre derecha e izquierda como entre quienes sean más convincentes para defender los intereses de todos los que se sienten amenazados por la mundialización. Chirac no podía representar esa alternativa, 'Chevènement defendía la doctrina republicana del proteccionismo social francés, pero dentro del sistema, y por eso tampoco era convincente'. Remacha el chevènementista: 'Tantos votos han ido a Le Pen, porque es el único que aunque su racismo es la antítesis de la doctrina republicana, hablaba desde fuera del sistema y decía cosas que, sobre todo, al obrero y pequeño comerciante le sonaba a la antigua protección del Estado'. Aunque la mayoría de las voces coinciden en que el miedo a Europa es un factor de ese sentimiento de desamparo, Todd no está de acuerdo. 'El fracaso de Chevènement, con sus 5,23% en primera vuelta, el que había basado su campaña en una Francia soberana en una Europa unida sólo por intereses sectoriales, lo prueba'. En cambio, 'Le Pen encarna el desafío a las élites, tan típico de la historia de Francia. Es el miedo a la mundialización, y la misma devaluación del euro desde su adopción es un reflejo proteccionista de Europa comparable a ese miedo de parte de la ciudadanía francesa. Es el obrero que considera que la élite ya no defiende sus derechos históricos y se revuelve contra ella'.

Aunque la nueva economía, con su acento sobre el operador tecnológico, ha cambiado profundamente la composición de la clase trabajadora, todavía hoy un 27% de los asalariados franceses se declaran obreros, y si contamos como hogares de cultura básicamente productora en los hogares en el que al menos uno de los cónyuges sea un trabajador, la cifra se eleva al 40%. El antiguo régimen industrial muere lentamente y sus coletazos tienen hoy nombre de extremismos varios.

Hay también quien subraya como una de las respuestas convergentes que explican el fenómeno del FN la dejación del debate político por parte del Gobierno socialista de Lionel Jospin, el mayor derrotado por Le Pen, de forma que en estos últimos años la comunicación haya llegado a sustituir a la gobernación, los expertos en relaciones públicas hayan remedado la acción con el gesto, como medio para llegar a la opinión. Gobiernos de gestión han renunciado a gobernar, y en este terreno de la comunicación el victimismo de Le Pen ha hecho un icono de sí mismo, que no habría existido si se hubiera informado más y satanizado menos. Un paquete de marginados o en aprensión de serlo se sentían suficientemente satanizados ellos mismos como para sentirse impelidos a buscar a uno de sus iguales, al menos tal como lo presentaban los medios de comunicación, para que se batiera por sus intereses. Ése es el FN. Emmanuel Todd lo resume todo lapidariamente: 'La sociedad francesa lleva ya muchos años empeñada en un fuga de la realidad'.

¿A quién pertenece el futuro? En el socialismo, Martine Aubry, hija del gran líder europeísta Jacques Delors, se perfila como sucesora del desarbolado Jospin; Chirac pretende formar un partido único de la derecha, sin que parezca que pueda arrastrar consigo a barones democristianos como François Bayrou, y Le Pen calcula embolsarse varias docenas de escaños en las legislativas de junio, verdadera tercera vuelta de estas presidenciales al candidato sin nombre.

Muchos temen que el futuro pertenece a la confusión.

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